Desde que era niña, Aylén sufrió de depresión y ataques de pánico. Pero su sufrimiento se intensificó con la ausencia de su padre. A partir de ese momento, comenzó a tener odio hacia las demás personas, principalmente hacia sus seres queridos.
La convivencia familiar se hizo insostenible, motivo por el cual decidió irse de su casa. Intentó llenar el vacío que sentía con amistades y formó una relación amorosa, sin embargo, nada la hacía feliz.
La madre de Aylén la invitó a participar de las reuniones de la Universal, pero, a pesar de comenzar a participar fielmente de las reuniones, ella no tenía un compromiso con Dios. El tiempo pasó y un día sintió que no soportaba más vivir lejos de la Presencia de Dios, y entendió que necesitaba al Espíritu Santo para alcanzar la verdadera felicidad.
Cuando participó del Ayuno de Daniel, Aylén renunció a las cosas que la perjudicaban y decidió perdonar. “Perdoné a mi familia, pero lo que más me costó fue perdonarme a mí misma. Porque fueron muchos años dentro de la Iglesia sin un compromiso con Dios y sentía que Le había dado la espalda. Cuando logré perdonarme, fue como si me hubiera sacado una mochila de encima”, relata.
Vea, a continuación, su testimonio.
Participe de las reuniones de la Universal y sepa cómo hacer el Ayuno de Daniel.