Diego estuvo en los vicios por más de quince años: “caí a raíz de una pérdida familiar que fue un golpe muy duro. Tenía angustia y tristeza. En ese momento me fui de mi casa y en la calle conocí el vicio. Empecé con la marihuana y el alcohol. Frecuentaba los bailes, tenía malas compañías, buscaba juntarme con gente para no acordarme de que mi hermana no estaba más. Con esas personas empecé a conocer la marihuana, la cocaína y las pastillas.
Dormía en una plaza. A veces llegaba hasta la puerta de mi casa y veía que mi familia estaba sufriendo y que la casa se había venido abajo. Yo no podía estar ahí. El mismo dolor y angustia hacía que tomara una muda de ropa y me fuera.
Consumía marihuana de manera frecuente, fumaba tres paquetes de cigarrillos por día y tomaba todo tipo de bebidas alcohólicas, cada vez tenía que ser algo más fuerte.
En mis pensamientos estaba la idea de quitarme la vida. Había colgado una sábana en el techo y había puesto una silla. Mi mente me decía que me quitara la vida para que se me fueran los problemas.
Mi mamá siempre insistía para que viniera a la iglesia. Finalmente, vine y tomé la decisión de poner punto final a esa vida para que Dios me diera esa oportunidad de la que tanto se hablaba.
Fue un proceso. De pronto el cigarrillo ya me daba asco, las bebidas las fui dejando, ya no consumía pastillas, la cocaína dejó de ser parte de mi vida y me limpié de la marihuana. No fue fácil, pero yo sentía que Dios estaba conmigo. Gracias a Dios y al tratamiento de la cura de los vicios, mi vida está restaurada”.
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