En la vida, todos acumulamos «pesos muertos» por el camino, que lo vuelven más difícil o incluso lo traban completamente. A veces, son cosas materiales las que ocupan un espacio que podría aprovecharse para cosas más útiles; otras veces, son cosas inmateriales, como vicios, manías o actitudes, que vemos como inofensivas, pero que nos perjudican mucho más de lo que pensamos. También pueden ser costumbres que no son tan malas, pero que no suman nada bueno.
Algunas personas, consientes de esto, se abstienen de esos «pesos muertos» para impulsar mejor sus vidas. La abstinencia es el periodo en el que alguien se aparta de algo. Todos los hombres tienen algo de lo que deben abstenerse, cosas que claramente le hacen mal, como bebidas alcohólicas, cigarrillo, pornografía; o cosas que parecen inofensivas, pero que lo están perjudicando, como demasiado tiempo jugando videojuegos o revisando las redes sociales, peleando con los vecinos, mirando la televisión, comiendo comida rápida y demás.
Tomemos como ejemplo una casa. Es normal que acumulemos cacharras hasta hacer alguna reforma, por ejemplo, pintar o mudarse a otro inmueble. La mayoría de las chucherías van al lugar en el que deben estar, la basura. Y viene el pensamiento inevitable: «¿Por qué guardé esto durante tanto tiempo si solo ocupaba espacio?». Eso solo estaba esperando que un día lo tiren y, mientras tanto, trababa su vida.
Convengamos que el espacio es algo cada vez menos disponible. Después de ordenar la casa, viene el alivio de no ver más esas cosas inservibles, que le dejaron espacio para, quien sabe, un mueble nuevo, una planta o, incluso, mejoraron la circulación del aire, de la luz y facilitaron la limpieza.
Sin embargo, no es solo una casa, un armario o un patio lo que necesita esta clase de arreglo. Un hombre debe abstenerse de lo que no le hace bien, parezca inofensivo o no. Él debe evaluar lo que hace o deja de hacer, lo que perjudica o le quita su tiempo, su dinero, su salud, entre otros. Esto se puede identificar, por ejemplo, al hacer una lista de las actividades diarias y evaluarlas.
¿Es necesario gastar tanto en ropa que no usará o que sale un ojo de la cara solo para ostentar? Este es un vicio tan ridículo y, al mismo tiempo, tan a la moda. ¿Es necesario cambiar tan seguido el auto, cuando el anterior podía durar unos años más? ¿Es necesario quedarse durante horas en el sillón viendo inutilidades en la televisión y dejar siempre para después la facultad, el posgrado o el curso de lenguas que está haciendo? ¿Está bien dejar para después lo exámenes preventivos que pueden hacer la diferencia en su vida, incluso entre la vida y la muerte? ¿Realmente vale la pena involucrarse en una relación sin compromiso? ¿Los ambientes que usted frecuenta lo llevan a hacer cosas buenas o tonterías para sintonizar con los demás?
Puede no ser fácil, pero muchos de los que se abstienen de algo en pro de una calidad de vida real, no quieren volver a la vida antigua. Es muy probable que el hombre sufra con la abstinencia, porque su cuerpo y su corazón desearán hacer lo que les da placer, aunque sea algo perjudicial. No obstante, el hombre inteligente no puede darle oídos a su corazón y a sus sentimientos, sino que debe usar la razón y la fe para buscar en Dios la fuerza necesaria para alcanzar sus objetivos y cambiar sus hábitos.
Pablo, sabiamente, dijo: «Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna», 1 Corintios 6:12. Él, más que cualquier otro, no tenía espacio para llevar equipaje extra en su misión de propagar la Palabra del Señor Jesús; también era un hombre que había sido poderoso entre los romanos, por eso, entendía bien las tentaciones del poder, del dinero y de la carne. Sin embargo, una vez, cuando iba por el camino, tuvo que quedarse ciego para empezar a ver la verdad. Allí comenzó su abstinencia diaria, volviéndolo un hombre de verdad y dejándolo registrado en la historia de la humanidad.
¿Qué le parece hacerse un buen autoanálisis, meditando en la Palabra de Dios para ver de qué vale la pena abstenerse?
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