A lo largo de la vida, el ser humano ha experimentado el arrepentimiento, tanto de pequeñas como de grandes proporciones. Hay quienes se arrepienten de no haber aprovechado la oportunidad o de haber actuado de manera equivocada. Hay arrepentimientos por lo que se dijo y por lo que no se dijo y otras infinitas razones que hacen pesar la conciencia. Además de generar sufrimiento, los arrepentimientos generan dudas comunes como, ¿qué hacer luego de arrepentirse?
Durante dos años, Daniel H. Pink hizo una investigación sobre el tema y recolectó alrededor de 16 mil arrepentimientos de personas de 105 países. Él expuso sus conclusiones en un evento de TED Membership y en el libro The Power of Regret (El poder del arrepentimiento). Pink afirma que los arrepentimientos nos vuelven humanos y que las únicas personas que no se arrepienten son los niños de hasta cinco años, personas con daño cerebral y sociópatas. En una investigación, él descubrió que hay tipos de arrepentimientos principales y los separó en cuatro categorías.
En una entrevista al diario Folha Universal, la psicoterapeuta Eliana Barbosa afirmó que no reconocer los errores y, consecuentemente, la falta de arrepentimiento, retrasan la vida de las personas e incluso pueden traer consecuencias serias. «Lo importante es asumir que actuó mal en alguna situación o con alguien y arrepentirse. El arrepentimiento requiere acción, cambio, como pedir perdón y perdonarse también, además de buscar nuevos caminos para que el bien sea constante. Debemos conducir nuestras vidas con bondad y honestidad, de modo que no generemos el sentimiento de culpa en nosotros mismos, lo que, inevitablemente, nos arrastrará hacia la autopunición. Y puede suceder por medio de fracasos (económicos, profesionales y de relaciones amorosas) y de autosabotajes, o por el surgimiento de enfermedades psicosomáticas, incluso accidentes», alertó.
Ella también explicó cómo actuar después de un arrepentimiento: «Asuma el proceso de autoperdón y, al mismo tiempo, busque una manera de ayudar a la persona que usted tal vez perjudicó, anónimamente, en lo posible. Si se arrepiente de una decisión que no fue positiva, perdónese, pida perdón a los involucrados y busque ser mejor internamente para no equivocarse más. La culpa, por sí sola, es estéril y es un peso que puede arrastrar durante largos años, enfermándolo e impidiéndole hacerles el bien a los demás. De esta manera, permanecerá en un estado de victimización eterna. Por lo tanto, salga de ese papel de víctima de sí mismo, sea humilde, arrepiéntase, asuma sus errores y mire hacia adelante», dijo Eliana.
Para el que ve el propio error y aun así no se arrepiente, Eliana hizo una alerta: «Tenga cuidado, porque su inconsciente, que sabe lo que está bien y lo que está mal, tarde o temprano, encontrará una manera de generar en usted un «dolor» moral o físico como forma de autopunición. Por eso, mientras aún hay tiempo, acepte su error, arrepiéntase, siga el camino del autoperdón, pídales perdón a los perjudicados y a Dios, y siga con su vida, con decisiones que puedan traerles positividad tanto a usted como a todos los que caminan a su lado», finalizó.
Arrepentimiento vs. remordimiento
El arrepentimiento también es fundamental para que una persona tenga comunión con Dios y alcance la Salvación. Muchas personas, sin embargo, aún confunden arrepentimiento con remordimiento. En su blog, el obispo Edir Macedo explicó la diferencia: «El remordimiento es solo un sentimiento de tristeza momentánea por alguna falta cometida. En el remordimiento no hay actitud con respecto al pecado. En él no hay sacrificio de abandono del pecado. Por lo tanto, no hay perdón para el remordimiento. En cambio, el arrepentimiento es actitud, acción o práctica de la fe», escribió.
El arrepentimiento es necesario para la remisión de pecados (lea Lucas 24:47), porque el ser humano nace con la naturaleza pecaminosa a causa del pecado de Adán. Juan El Bautista ya alertaba: «… Arrepentíos, porque el Reino de los Cielos se ha acercado», Mateo 3:2.
Para alcanzar el verdadero arrepentimiento, reconozca sus pecados, sacrificando, de esta manera, su orgullo, confíeselos a Dios y abandónelos inmediatamente. Para no equivocarse más, pregúntese a sí mismo qué haría Jesús en su lugar.
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