Lamentablemente, es común ver situaciones en las que el hombre, al estar estresado con la rutina de la casa o del trabajo, termina desquitándose con su esposa, sus hijos, sus amigos u otras personas. Esto, algunas veces, mina sus relaciones y perjudica su propia imagen, porque no todos entienden que esa situación puede ser solo pasajera.
Otro sentimiento que se ve en el hombre es el desánimo. Él pierde la motivación de trabajar y estudiar, tiene dificultad de concentrarse, se relaja en el cuidado de su salud y no le da importancia a su relación amorosa. Y, para «relajarse», apela a malos hábitos, como drogas, alcohol y juegos.
Tales comportamientos, muchas veces, son solo la punta del iceberg, ya que lo síntomas pueden esconder un mal mayor: el estrés; el cual, en algunos casos, perjudica hasta la salud. No se engañe, el estrés es la mayor causa de muertes alrededor del mundo, según un informe de la OMS (Organización Mundial de la Salud), superando los brotes de enfermedades, los accidentes de tránsito e incluso las guerras. Un hombre estresado empieza a tener problemas como: disminución de la inmunidad, obesidad, impotencia, hipertensión, dolores crónicos, disturbios de sueño, entre otros.
Como el hombre generalmente guarda dentro sí sus frustraciones, no es difícil entender por qué el índice de hombres fallecidos por estrés es mayor que el de las mujeres, quienes tienden a desahogarse. A causa del estrés, la persona pierde el control con facilidad, incluso por motivos tontos, corroe de a poco su matrimonio, provoca traumas en sus hijos, aparta a sus amigos y logra que sus compañeros no soporten más trabajar con él.
La estrategia es ocupar la mente con un pensamiento a la vez. Por ejemplo, cuando surge un pensamiento malo (causado porque alguien lo encerró en el tránsito), inmediatamente, «desencájelo» del lugar que ocupa en su mente y «encaje» algo positivo en su lugar. ¿Es fácil? Al principio, puede que no lo sea, pero los que ejercitaron esta actitud, con el paso del tiempo, fortalecieron la táctica y hoy son felices.
Otra cosa buena es que el hombre tenga un momento exclusivo para sí mismo, lo cual su familia y amigos deben entender, un rincón especial en el que él recargue la batería, sea en el gimnasio, enfocándose en el ejercicio, sea leyendo un buen libro o con algún hobby edificante. Esto es poner la llamada higiene mental en acción.
Claramente, es de suma importancia un buen seguimiento médico para ver si la «máquina» está funcionando bien e identificar a tiempo algún problema que se puede tratar en el momento. Sin embargo, cuidar la salud espiritual es lo más importante, porque ella influencia todos los demás aspectos de su vida. El que sabe hablar con Dios y tiene al Espíritu Santo dentro de sí tiene al mejor oyente, tanto de problemas como de frustraciones, y al mejor consejero.
«Escucha el consejo, y recibe la corrección, para que seas sabio en tu vejez. Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; mas el consejo del Señor permanecerá», Proverbios 19:20-21.