“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la Simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3:9).
Preste atención, no dice solo algunos, dice “TODO aquel…”
Todo aquel que no es nacido de Dios vive en el pecado, pero “TODO aquel…” que sí es nacido de Dios, no lo practica.
Una cosa es pecar y otra muy distinta es practicar el pecado.
Por ejemplo, para aprender un idioma usted debe repetirlo, practicarlo para aprender. Todos estamos sujetos a pecar, pero la Biblia habla de la práctica, de ser adicto al pecado. Practicarlo es hacerlo constantemente.
El adulterio por ejemplo, la persona puede haber adulterado una vez, como le sucedió a David, pero se arrepintió y lo abandonó. Pero otra cosa es vivir constantemente en el adulterio. Ver pornografía constantemente es practicar el pecado.
“¿Cómo puede uno nacer de Dios?”
Uno nace de Dios cuando Él coloca en uno Su Simiente, que es el Espíritu Santo y, cuando la persona va a pecar, el Espíritu Santo la alerta y ella escucha la Voz de Él.
“… porque la simiente de Dios permanece en él…”
Podemos ver que hay personas a las que les gusta la iglesia, a las que les gusta venir, escuchar las canciones, pero solamente eso no es ser nacido de Dios.
“… y no puede pecar, porque es nacido de Dios”.
Como Job, la Biblia dice que Job era un hombre recto, temeroso de Dios y apartado del mal, o sea, apartado del pecado.
Si somos nacidos de Dios huimos del pecado, no es que no pecamos, sino que no lo practicamos, no estamos enviciados con el pecado.
Por eso hay que liberarse. El Hijo de Dios vino para destruir al pecado y, cuando uno se entrega y Lo reconoce como su Señor y Salvador es lavado por Su Sangre y liberado de todo pecado.
Cuando la persona recibe el Espíritu Santo, la Simiente de Dios está dentro de ella y deja de vivir en el pecado. No es por la posición en la iglesia o por un uniforme, lo que dice que somos de Dios es la conducta que tenemos.
La persona Le entrega toda la vida al Señor Jesús y dice: “Señor, Tú conoces toda mi vida, todo ha sido un caos, pero estoy dispuesto a cambiar. No quiero ser más quien soy, ¡Te entrego toda mi vida! Y, cuando entrega toda su vida, el Señor Jesús borra todo el pecado, quita todo mal y le da el Espíritu Santo, que es Su Simiente.
¡Eso es lo que Dios quiere!
Dios quiere que Su Simiente, el Espíritu Santo, esté dentro de usted.
¿Quién puede hacer que usted nazca de Dios? ¿El obispo, el pastor? No. “… los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:13).
Usted debe entregar su vida sin disfrazarse, debe ser transparente, sincero.
Usted debe poner su vida en las manos de Dios. Cuando su vida está en las manos de Dios y Su Simiente está en su interior, usted camina con la cabeza en alto, no debe nada, y quien no debe no teme.
Usted debe estar aferrado a la Palabra de Dios, por esta Palabra, todos podemos ver si somos o no de Dios, si vivimos o no en la práctica del pecado.
Pecar pecamos todos, pero “todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la Simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”.
Por eso la necesidad de tener la Simiente de Dios en nosotros, ¿y cuál es la Simiente de Dios?
El Espíritu Santo.