Siempre que un pastor habla de política, alguien comenta diciendo que no se debe mezclar política con religión. No sé de dónde sacan eso. La Biblia mezcla política con religión todo el tiempo. En la historia de la nación de Israel, Dios estaba directamente involucrado en cuestiones del gobierno. Después, en el exilio, Él colocó a Daniel en la política de Babilonia. Del mismo modo lo hizo en Persia, con Ester, y también con Nehemías, que fue gobernador en Jerusalén en la reconstrucción del muro de la ciudad. Por interferir en la vida de todos, la política es un tema extremadamente espiritual.
Muy por encima de ser una religión, el cristianismo es un conjunto de valores y principios, una filosofía de vida que forma parte de nuestra identidad. Puede —y debe— participar de la vida pública. Nadie mejor que nosotros para defender lo que nos es importante. Y no hay cómo saber qué es importante sin entregarle todo a Dios —inclusive nuestras opiniones—. Yo pasé por eso. Fui de la izquierda toda la vida, voté por el Partido de los Trabajadores (PT) de 1998 a 2014. Cuando el Partido Republicano dejó de apoyar al gobierno de Dilma, poco antes del impeachment, y la iglesia pasó a inclinarse cada vez más a la derecha, confieso que quedé confundida.
Por primera vez en 16 años, estaba en desacuerdo con la iglesia en algún aspecto y —lo peor— no estaba ni siquiera entendiendo la línea de pensamiento de la iglesia sobre eso. No le dije a nadie, no critiqué en ningún momento, pero en mi interior yo estaba en conflicto. Entonces, comencé a orar pidiéndole a Dios que abriera los ojos de los obispos para lo que estaban haciendo (de tan segura que estaba de mi opinión). Y la respuesta de Dios fue mostrarme, sutilmente, que no eran ellos los que necesitaban abrir los ojos.
Esa percepción me vino en el fondo y encendió una pequeña alerta que, por ya haber sometido toda mi vida a Dios, no pude ignorar. Entonces cambié mi oración y dije: “Dios, yo sé que la Iglesia es Tuya, que el obispo es Tu siervo y que él no está loco. No estoy entendiendo este cambio de orientación política. Yo Te pedí que hicieras que ellos voten a la izquierda, pero están yendo cada vez más a la derecha, entonces Te pido: si soy yo quien está equivocada, muéstramelo. Quiero ver como Tú, Señor, ves y pensar como Tú piensas. Entonces, Te entrego a Ti todas mis opiniones y, a partir de ahora, enséñame”.
¡Gracias a Dios por la inspiración de esa oración! A partir de entonces, dejé de mirar a la derecha a través del modo de pensar de la izquierda (lo que me hacía verlos como locos e incoherentes) y comencé a buscar entender cómo realmente pensaban. Consideré la hipótesis de estar equivocada, quería entender el pensamiento de Dios. ¡Y Él abrió mi entendimiento!
Dejé de oír queriendo combatir y pasé a oír queriendo entender. Era como aprender un idioma diferente. Nuestra percepción del mundo se estructura sobre las definiciones que absorbemos y las opiniones que construimos. No tenemos acceso directo a la realidad, esta llega hasta nosotros a través de la interpretación que hacemos de la misma. Nuestras opiniones son los lentes que decidimos usar para ver la realidad. Por eso, necesitamos someterlas a Dios y pedir que Él las moldee de acuerdo con las de Él, porque Él es la Verdad, y no nosotros.
Porque Dios es la Verdad, solamente los “lentes” de la Palabra de Dios nos permiten ver cómo las cosas realmente son. Menos mal que yo hice aquella oración y logré entender lo que realmente importaba para Dios. ¿Cuál de los dos lados estaba comprometido con los principales valores que mantendrían la sociedad coherente y en condiciones de permitir la evangelización en estos últimos días, y cuál de los dos lados estaba buscando otros intereses, con inclinación anticristiana (obvio que ellos nunca van a admitirlo con estas palabras, pero es la realidad)?
Mi compromiso no es con la derecha, es con el Evangelio. Y ahora, realmente entiendo los dos lados. Sé que la izquierda está fundamentada en principios contrarios a los del Evangelio. Pero no tengo la pretensión de convencer de eso yo sola a quien está hoy en la misma situación en la que yo estaba en 2016. Mi sugerencia, entonces, a quien aún cuestiona si esa posición ostentosa a la derecha que la iglesia está asumiendo ahora es correcto, es: coloque en el Altar sus convicciones políticas y pídale a Dios que le abra los ojos para lo que ÉL piensa, para que usted entienda la opinión de Él.
No voy a mentirle, ese es un sacrificio muy difícil de hacer. Porque colocar un mal comportamiento en el Altar es fácil, colocar un vicio en el Altar es fácil, colocar dinero en el Altar es más fácil aún. Pero ¿colocar una opinión en el Altar? ¿Una CONVICCIÓN en el Altar? Eso es mucho más profundo. Es destruir una fortaleza en nuestra mente, para construir un Altar para Dios. Exige humildad, entrega y confianza. Pero, como todo sacrificio sincero, genera intimidad con Él. Y da resultado, porque es obediencia.
“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.” 2 Corintios 10:4-5