Las personas no entienden que cada día que pasa es una oportunidad que Dios nos da y que, quizás, hoy puede ser la última.
No es que estemos en contra de que usted tenga una vida bendecida, porque eso es don de Dios, pero muchas veces la persona proyecta casarse, prosperar, pero no proyecta el destino de su alma.
El alma puede vivir eternamente en paz o en tormento.
Para morir basta con estar vivo, si uno supiera cuándo va a morir se prepararía. Pero no hay que estar preocupado por eso, sino por estar bien con Dios y morir en Cristo.
Había una vez un hombre muy rico que se preguntaba: “¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma … repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (Lucas 12:16-21).
Las personas se olvidan de que el ataúd no tiene gavetas, de aquí no nos llevamos nada. Es bueno tener propiedades, salud, familia, pero lo más importante es su alma, porque es ella la que vivirá la eternidad con Jesús o atormentada en el lago de fuego y azufre.
Más en el mundo en el que vivimos, en el que salimos y no sabemos si vamos a regresar, porque la inseguridad, la delincuencia y la violencia se han apoderado de él. ¿Y cómo tener seguridad? Solo viviendo al abrigo de Dios.
Nunca coloque nada por encima de su Salvación.
Siempre puede ser la última chance, por eso tenemos que estar siempre preparados, bien con Dios, con la vida limpia y en paz.
Vea lo que dice la Palabra de Dios:
“Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cerca. Abandone el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, que tendrá de él compasión, al Dios nuestro, que será amplio en perdonar” (Isaías 55:6-7).
“… llamadle en tanto que está cerca”. Esto es muy fuerte. Piense en una persona que rechazó al Señor y, un día, Lo busca y no Lo halla.
“Abandone el impío su camino…”. Hay muchos que piensan tonterías y charlan con satanás en sus pensamientos. Cuando viene un pensamiento de satanás, uno tiene que ahuyentarlo diciendo: “¡Yo fui comprado y lavado por la sangre de Jesús!” Porque si ese pensamiento baja al corazón, es tarde.
“… y vuélvase al Señor, que tendrá de él compasión, al Dios nuestro, que será amplio en perdonar”. Usted no tiene que confesarle sus pecados al hombre, sino a Jesús, que tiene la potestad para perdonarlos y es amplio para perdonar.
Cuando usted viene delante del Altar y dice: “Padre mío, ¡necesito cambiar!”, y reconoce sus pecados y se aleja de ellos, la sangre de Jesús lo limpia y lo hace una nueva criatura.
Hágase esta pregunta: si el Señor Jesús vuelve ahora, ¿usted sería salvo?
Siempre ore a Dios para que lo blinde y no pierda su Salvación. Y si no la tiene, ore porque Él se la va a dar.
Usted puede haber entrado aquí perdido y salir hallado, si aprovechó la oportunidad.
“… y vuélvase al Señor…”. No pierda la oportunidad, porque usted sabe que esta Tierra va a arder, y usted, ¿dónde va a vivir?
Es usted quien decide el destino de su alma.