Hasta el 24 de noviembre, cada domingo, en las reuniones del Encuentro con Dios, aprenderemos sobre los Siete Poderes del Padre Nuestro. A continuación, veremos los dos primeros.
PRIMER PODER
«… Padre nuestro que estás en los cielos…». Mateo 6:9
Dios quiere que nos convirtamos en Sus hijos, porque no todos lo son. Incluso, en las Sagradas Escrituras Jesús dice que existen los hijos de la luz y los de las tinieblas.
En este sentido, el ser humano que acepta a Jesús como su Señor y Salvador quita su fe de los dioses creados por manos de hombres, de los horóscopos, de las prácticas místicas, y su fe y reconocimiento pasan a estar solo en Jesús.
Además, debe creer en Él, es decir, entregar la vida, confesar los pecados, dejar de aferrarse a las cosas materiales y de este mundo porque todo va a pasar.
Después de la muerte no llevaremos títulos, bienes, familia, negocios ni actos de caridad, sino la Salvación del alma, si la alcanzamos. De esta manera, pasaremos la eternidad con Dios y no en la muerte, apartados de Él.
Por lo tanto, debemos recibirlo, creer en Su Nombre, en Sus enseñanzas y aceptar Su ejemplo de Hijo. Él fue el primer Hijo para que tuviéramos la oportunidad de ser también hijos de Dios.
«… santificado sea Tu Nombre». Mateo 6:9
Esto se logra a través de un carácter irreprensible, al ser verdaderos, sinceros, honestos, responsables de nuestras acciones, decisiones y prioridades. Solo santifica el Nombre de Dios quien se somete a Él, a Su Palabra, a Su voluntad.
SEGUNDO PODER
«Venga Tu Reino…». Mateo 6:10
Este Reino es el Espíritu Santo. Cuando una persona verdaderamente honra a Dios, no con palabras, sino con actitudes, con decisiones, priorizándolo, Lo recibe. Al decir «Venga Tu Reino…», está diciendo: «Venga Tu Espíritu sobre mí». Él es Quien da paz, alegría, intrepidez, perseverancia, definición e indignación contra todo lo malo e injusto que intenta separar a esa persona de Dios.
Para formar parte de una nación es necesario pagar los impuestos, cumplir las leyes de tránsito, de seguridad, entre otras. Una persona se considera ciudadano al nacer en el lugar o, si es un inmigrante, cuando se somete a las normas de ese país. Así, comienza a tener derecho a serlo. Sin embargo, eso no sucede de la noche a la mañana.
Con Dios no es diferente. Para que una persona sea ciudadana de Su Reino, es necesario que reciba Su Espíritu.
Actualmente, la barrera que más impide que una persona se vuelva ciudadana del Reino de Dios es el prejuicio a lo Sagrado, es no tener a Dios en primer lugar.
Para superarla, es necesario que practiquemos estos tres principios espirituales: fe en la Palabra, confianza para obedecer y fidelidad. Al hacerlo, pasás a tener poder y autoridad para superar los problemas antiguos.
Te esperamos este domingo a las 9:30 (también a las 7 y 18 h) en el Templo de los Milagros, ubicado en Av. Corrientes 4070, Almagro, o en la Universal más cercana a tu domicilio.