En Hebreos, capítulo 3, versículo 13, el Espíritu Santo, a través del apóstol Pablo, habla sobre algo muy importante que todos debemos practicar:
“Antes exhortaos los unos a los otros cada día…”. Hebreos 3:13
Un versículo con enseñanzas muy importantes, porque todas las personas del universo cristiano, que un día estaban buscando a Dios y ya no están, se perdieron porque cuando fueron exhortadas no lo aceptaron, o cuando tuvieron que exhortar no lo hicieron y fueron negligentes.
- Usted, siendo conocedor de la Verdad, no puede pensar que exhortar a alguien no es su responsabilidad. Nosotros somos un cuerpo, la iglesia de Jesús es la iglesia espiritual, no la institución Iglesia Universal del Reino de Dios, sino los nacidos de nuevo, los que fueron evangelizados, se convirtieron, murieron para su pasado, sus planes personales, su vida egoísta, sus tradiciones, se arrepintieron de verdad, no volvieron a la práctica de la vieja vida y fueron bautizados, sellados, con el Espíritu de Dios. Estos son los miembros del Cuerpo de Jesús, del cual Él es el cabeza.
- Nosotros no somos guiados por lo que vemos o sentimos, tampoco por lo que nos hacen o dejan de hacer, sea bueno o malo, sino por la mente de Cristo, que es la Palabra de Dios.
Estas personas tienen la responsabilidad de exhortar y de dejarse exhortar. Aquel que exhorta tiene que estar listo para ser exhortado. ¿Cuántas veces? ¿Una sola vez en la vida? No, cada día, porque cada día cometemos errores, pecamos inconscientemente o herimos a alguien sin intención. Pecamos porque somos imperfectos.
- ¿Qué significa exhortar? Significa enseñar, motivar y llamar la atención, no condenar, despreciar o humillar. La condición para enseñar es practicar lo que se enseña, no es transmitir teoría.
Hay 3 niveles de personas en el universo de la iglesia, del Cuerpo de Jesucristo:
- Los niños en la fe.
- Los neófitos o jóvenes en la fe.
- Los adultos.
Usted y yo formamos parte de uno de esos tres niveles.
Los niños un día tienen que llegar a ser jóvenes o neófitos, pero esos neófitos tienen que madurar en conocimiento y espiritualidad, independientemente del título, porque espiritualmente no hay título, eso es solo para la organización eclesiástica. O usted es un niño en la fe, que necesita un alimento muy suave, la leche de los Evangelios y las cosas básicas porque aún no maduró; o es un neófito, que se está desarrollando y puede comer una comida más sólida; o ya es un adulto con madurez espiritual, bautizado en las aguas, sellado por el Espíritu Santo y bautizado con Fuego, con un carácter intachable.
- De eso está hablando el Espíritu Santo, de que nosotros tenemos que llegar a ese nivel de poder exhortar, motivar, llamar la atención y enseñar a otros, sin condenar ni juzgar. Poder decirle al otro que no murmure, que no juzgue, que no hable mal de las autoridades, que no hable de su pasado sucio como algo maravilloso, sino que hable de la maravilla del perdón de Dios, que no hable de su pasado para exaltar el poder del mal, sino para exaltar la misericordia y el poder de Dios en su vida.
¿Usted enseña si ve a alguien de la fe actuando mal? ¿Lo llama a un lado y lo exhorta, le explica que eso puede ser una piedra de tropiezo? Jesús dijo que las piedras de tropiezo son los que conocen la Palabra y no la practican, los que no se dejan exhortar.
- Usted no puede pensar que esto no le compete, tampoco puede preocuparse por si la persona se ofende o se queja de usted ante las autoridades de la Iglesia. No se intimide ni deje de tomar posición, es su responsabilidad, de la cual no puede escaparse, mucho menos cuando es testigo de que alguien que es una oficial en la Iglesia, como un evangelista, un obrero, un auxiliar, una esposa de pastor, un pastor o un obispo, se está comportando mal, de una manera contraria a la Palabra de Dios y a la disciplina de la Iglesia.
- Debemos hacerlo, porque no estamos jugando con el alma de nadie. La Iglesia no es un club religioso, sino una institución espiritual, por eso debemos amar al prójimo como a nosotros mismos y no excluirnos de la responsabilidad de exhortar. Si la persona acepta o no, es problema de ella, pero usted no puede ser cómplice de su pecado.
“… mientras todavía se dice: Hoy…”. Hebreos 3:13
¿Por qué dice “hoy”? Porque puede ser el último día. Si alguien me exhorta, debo aceptar esta exhortación, porque no sé si es mi último día en la Tierra. Si acepto la exhortación, garantizo lo más importante que tengo, mi Salvación.
- Por otro lado, si yo exhorto a alguien y acepta, y es su último día, esta alma es salva. Vea lo importante que es exhortar y dejar exhortarse.
“… no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado”. Hebreos 3:13
La persona que no se deja exhortar hace que su corazón se petrifique por la soberbia y, al resistirse a cambiar, pierde la humildad, la sinceridad, los buenos ojos y la obediencia. Piensa que por tener mucho tiempo de iglesia o por hacer muchas cosas, puede esconderse detrás de eso, pero se olvida de que para Dios es más importante lo que somos que lo que hacemos.
Vea 3 razones importantes para seguir este consejo:
1 – Porque hoy puede ser nuestro último día de vida.
2 – Porque todos somos fallos y necesitamos ser corregidos.
3 – Para que nuestro corazón no se endurezca por el engaño de la soberbia.
Vea lo que dice en Tito, capítulo 2, del versículo 6 al 8:
«Asimismo, exhorta a los jóvenes a que sean prudentes…”. Tito 2:6
Los jóvenes tienden a pensar que saben, que pueden o que son algo, pero el Espíritu Santo dice que debemos exhortarlos y no dejarlos libres para que hagan lo que se les dé la gana. Cada cual en su lugar.
“… muéstrate en todo como ejemplo de buenas obras, con pureza de doctrina, con dignidad, con palabra sana e irreprochable…”. Tito 2:7-8
Para exhortar, la persona primero tiene que practicar, como ejemplo de buenas obras, con pureza de doctrina, con dignidad, con palabra sana (verdadera) e irreprochable. Todo esto demanda una fe pura y sincera, es decir, demanda carácter.
“… a fin de que el adversario se avergüence al no tener nada malo que decir de nosotros«. Tito 2:8
Para que los demonios y sus hijos no puedan decir nada de nosotros. Ellos nunca desistirán de nuestra alma, siempre estarán buscando una oportunidad para tentarnos y así poder hablar mal de nosotros delante de Dios, diciendo que no nos dejamos exhortar o que no exhortamos, que no vivimos la fe con pureza y dignidad que decimos tener.
Exhorte y deje que lo exhorten. No se resista a la exhortación. Es verdad que no agrada, pero es necesaria.
Obispo Júlio Freitas