En esta bendecida noche de miércoles, aprendimos las características del arrepentimiento en el Templo de los Milagros.
Si no tenemos certeza de ir al Cielo, es porque todavía no nacimos de nuevo. Solo tienen certeza aquellos que sepultaron verdaderamente su pasado.
Debido a la naturaleza humana, aún después de bautizarnos, seguiremos siendo pecadores. La diferencia es que ya no seremos pecadores en la práctica del pecado, sino pecadores arrepentidos.
Cuando vemos la gravedad del pecado, sabemos que éste ensucia lo más preciado que tenemos: nuestra propia alma.
Tenemos que hacer lo dificilísimo para que Él haga lo imposible. Si no damos el primer paso, no habrá milagros, transformación ni intervención divina.
Después de admitir el pecado, necesitamos confesarlo tan pronto como sea posible, para que así quede cancelado.
Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. 1 Juan 1:9
Cuando sentimos remordimiento, nos quedamos débiles y exhaustos emocional, espiritual y físicamente. Pero cuando hay arrepentimiento, nos volvemos fuertes y centrados.
Este es el que vino mediante agua y sangre, Jesucristo; no solo con agua, sino con agua y con sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres concuerdan. Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio de Dios: que Él ha dado testimonio acerca de su Hijo. 1 Juan 5:6-9
Cuando entregamos nuestras manías y deseos, estamos entregando lo que nos mantiene vivos emocionalmente: los sueños. Pero cuando entregamos nuestras voluntades, estamos entregando nuestra sangre.
Estando con Dios, tendremos alegría de vivir una vida nueva (novedad de vida). Esa alegría no es la que sale del éxito laboral, matrimonio o conquistas, sino la que nos otorga el Espíritu Santo.
Aquí en la Tierra, hay tres cosas que pueden dar testimonio: el Espíritu Santo, el bautismo en las aguas y la sangre (el sacrificio que hacemos en el Altar).
Porque, he aquí, vienen días», —declara el Señor— «cuando restauraré el bienestar de mi pueblo, Israel y Judá». El Señor dice: «También los haré volver a la tierra que di a sus padres, y la poseerán». Jeremías 30:3
En el mundo están pasando cosas terribles, pero Dios promete bienestar para aquellos que son de la fe, es decir, Su pueblo. Él nos va a bendecir, proteger, guiar y prosperar.