Muchas personas buscan visiones, sueños y revelaciones para conocer la Voluntad de Dios. Sin embargo, lo que más Le agrada a Dios es la obediencia a Su Santa Palabra. Sabemos que el bautismo con el Espíritu Santo es el sello de Dios, la marca de que la persona Le pertenece a Él. Quien Lo recibe, por lo tanto, es Su hijo. El diablo puede tentar a una persona, pero, si la misma tiene el Espíritu de Dios, supera las tentaciones, como ocurrió con el Señor Jesús. Pero ¿cómo recibir el Espíritu Santo? Desearlo no es suficiente. Es necesario pagar el precio, es decir, renunciar a la voluntad propia. Dios nos da Su Santo Espíritu y también nos confía responsabilidades para tenerlo. Entonces, quien Lo recibe tiene poder y autoridad, pero Le rendirá cuentas a Dios el Día del Juicio.
Es fácil frecuentar la iglesia e incluso ser bautizado, por ejemplo. Lo difícil, en realidad, es negar la voluntad propia, no transgredir los límites de la libertad y someterse a la Voluntad de Dios en un mundo injusto como este. Porque amar a Dios no es cuestión de sentimiento o emoción, sino de obediencia a Sus mandamientos y el verdadero amor es racional y se manifiesta en actitudes, como en la de ofrendar nuestra vida a Dios.
Ocurre que, para que eso suceda, es necesario limpiar el corazón de rencores, resentimientos y envidias. Con relación a eso, el Señor Jesús dijo:
“Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el Altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del Altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24).
Si no conocés todos los mandamientos de Dios, aun así podés agradarlo al hacerle el bien a tu prójimo. Porque amar en la práctica es desear y hacer el bien, incluso a quienes te causaron el mal. De ese modo, estarás mostrando amor por Él y Él vendrá a tu encuentro. El propio Señor Jesús dijo:
“… Si alguno Me ama, guardará Mi Palabra; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada” (Juan 14:23).
Pero quien no guarda las Palabras de Dios demuestra que no Lo ama y sigue el camino de la perdición.
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