Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Jueces 13
1 Y los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos del Señor, y el Señor los entregó en manos de los filisteos por cuarenta años.
2 Y había un hombre de Zora, de la familia de los danitas, el cual se llamaba Manoa; su mujer era estéril y no había tenido hijos.
3 Entonces el ángel del Señor se le apareció a la mujer, y le dijo: He aquí, tú eres estéril y no has tenido hijos, pero concebirás y darás a luz un hijo.
4 Ahora pues, cuídate de no beber vino ni licor, y de no comer ninguna cosa inmunda.
5 Pues he aquí, concebirás y darás a luz un hijo; no pasará navaja sobre su cabeza, porque el niño será nazareo para Dios desde el seno materno; y él comenzará a salvar a Israel de manos de los filisteos.
6 Y la mujer fue y se lo dijo a su marido, diciendo: Un hombre de Dios vino a mí, y su aspecto era como el aspecto del ángel de Dios, muy imponente. Yo no le pregunté de dónde venía, ni él me hizo saber su nombre.
7 Pero él me dijo: “He aquí, concebirás y darás a luz un hijo; desde ahora no beberás vino ni licor, ni comerás cosa inmunda, porque el niño será nazareo para Dios desde el seno materno hasta el día de su muerte.”
8 Entonces Manoa imploró al Señor, y dijo: Te ruego Señor, que el hombre de Dios que tú enviaste venga otra vez a nosotros, para que nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño que ha de nacer.
9 Y Dios escuchó la voz de Manoa. Y el ángel de Dios vino otra vez a la mujer cuando estaba sentada en el campo; y Manoa su marido no estaba con ella.
10 Y la mujer corrió rápidamente y avisó a su marido, y le dijo: He aquí, se me ha aparecido el hombre que vino el otro día.
11 Manoa se levantó y siguió a su mujer, y cuando llegó al hombre, le dijo: ¿Eres el hombre que habló a la mujer? Y él respondió: Yo soy.
12 Y Manoa dijo: Cuando tus palabras se cumplan, ¿cómo debe ser el modo de vivir del muchacho y cuál su vocación?
13 Y el ángel del Señor dijo a Manoa: Que la mujer atienda a todo lo que le dije.
14 No comerá nada que venga de la vid, no beberá vino ni licor, ni comerá nada inmundo; que guarde ella todo lo que le he mandado.
15 Entonces Manoa dijo al ángel del Señor: Permítenos detenerte y prepararte un cabrito.
16 Y el ángel del Señor respondió a Manoa: Aunque me detengas, no comeré de tu alimento, mas si preparas un holocausto, ofrécelo al Señor. Y Manoa no sabía que era el ángel del Señor.
17 Y Manoa dijo al ángel del Señor: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumplan tus palabras, te honremos?
18 Y el ángel del Señor le respondió: ¿Por qué preguntas mi nombre, viendo que es maravilloso?
19 Y Manoa tomó el cabrito con la ofrenda de cereal y los ofreció sobre una piedra al Señor, y el ángel hizo maravillas mientras que Manoa y su mujer observaban.
20 Pues sucedió que cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel del Señor ascendió en la llama del altar. Al ver esto, Manoa y su mujer cayeron rostro en tierra.
21 Y el ángel del Señor no volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces Manoa supo que era el ángel del Señor.
22 Y Manoa dijo a su mujer: Ciertamente moriremos, porque hemos visto a Dios.
23 Pero su mujer le dijo: Si el Señor hubiera deseado matarnos, no habría aceptado el holocausto ni la ofrenda de cereal de nuestras manos; tampoco nos habría mostrado todas estas cosas, ni nos habría permitido ahora oír cosas como éstas.
24 Y la mujer dio a luz un hijo y le puso por nombre Sansón. Y el niño creció y el Señor lo bendijo.
25 Y el Espíritu del Señor comenzó a manifestarse en él en Mahané-dan, entre Zora y Estaol.
Hechos 17
1 Después de pasar por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos.
2 Y Pablo, según su costumbre, fue a ellos y por tres días de reposo discutió con ellos basándose en las Escrituras,
3 explicando y presentando evidencia de que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos, y diciendo: Este Jesús, a quien yo os anuncio, es el Cristo.
4 Algunos de ellos creyeron, y se unieron a Pablo y a Silas, juntamente con una gran multitud de griegos temerosos de Dios y muchas de las mujeres principales.
5 Pero los judíos, llenos de envidia, llevaron algunos hombres malvados de la plaza pública, organizaron una turba y alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo.
6 Al no encontrarlos, arrastraron a Jasón y a algunos de los hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Esos que han trastornado al mundo han venido acá también;
7 y Jasón los ha recibido, y todos ellos actúan contra los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús.
8 Y alborotaron a la multitud y a las autoridades de la ciudad que oían esto.
9 Pero después de recibir una fianza de Jasón y de los otros, los soltaron.
10 Enseguida los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas a Berea, los cuales, al llegar, fueron a la sinagoga de los judíos.
11 Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así.
12 Por eso muchos de ellos creyeron, así como también un buen número de griegos, hombres y mujeres de distinción.
13 Pero cuando los judíos de Tesalónica supieron que la palabra de Dios había sido proclamada por Pablo también en Berea, fueron también allá para agitar y alborotar a las multitudes.
14 Entonces los hermanos inmediatamente enviaron a Pablo para que fuera hasta el mar; pero Silas y Timoteo se quedaron allí.
15 Los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas; y después de recibir órdenes de que Silas y Timoteo se unieran a él lo más pronto posible, partieron.
16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al contemplar la ciudad llena de ídolos.
17 Así que discutía en la sinagoga con los judíos y con los gentiles temerosos de Dios, y diariamente en la plaza con los que estuvieran presentes.
18 También disputaban con él algunos de los filósofos epicúreos y estoicos. Y algunos decían: ¿Qué quiere decir este palabrero? Y otros: Parece ser un predicador de divinidades extrañas —porque les predicaba a Jesús y la resurrección.
19 Lo tomaron y lo llevaron al Areópago, diciendo: ¿Podemos saber qué es esta nueva enseñanza que proclamas?
20 Porque te oímos decir cosas extrañas; por tanto, queremos saber qué significan.
21 (Pues todos los atenienses y los extranjeros de visita allí, no pasaban el tiempo en otra cosa sino en decir o en oír algo nuevo.)
22 Entonces Pablo poniéndose en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, percibo que sois muy religiosos en todo sentido.
23 Porque mientras pasaba y observaba los objetos de vuestra adoración, hallé también un altar con esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Pues lo que vosotros adoráis sin conocer, eso os anuncio yo.
24 El Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, puesto que es Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos hechos por manos de hombres,
25 ni es servido por manos humanas, como si necesitara de algo, puesto que El da a todos vida y aliento y todas las cosas;
26 y de uno hizo todas las naciones del mundo para que habitaran sobre toda la faz de la tierra, habiendo determinado sus tiempos señalados y los límites de su habitación,
27 para que buscaran a Dios, si de alguna manera, palpando, le hallen, aunque no está lejos de ninguno de nosotros;
28 porque en El vivimos, nos movemos y existimos, así como algunos de vuestros mismos poetas han dicho: “Porque también nosotros somos linaje suyo.”
29 Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la naturaleza divina sea semejante a oro, plata o piedra, esculpidos por el arte y el pensamiento humano.
30 Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan,
31 porque El ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos.
32 Y cuando oyeron de la resurrección de los muertos, algunos se burlaban, pero otros dijeron: Te escucharemos otra vez acerca de esto.
33 Entonces Pablo salió de entre ellos.
34 Pero algunos se unieron a él y creyeron, entre los cuales estaban Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y otros con ellos.
Jeremías 26
1 Al comienzo del reinado de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra del Señor, diciendo:
2 Así dice el Señor: “Ponte en el atrio de la casa del Señor, y habla a todas las ciudades de Judá que vienen a adorar en la casa del Señor todas las palabras que te he mandado decirles. No omitas ni una palabra.
3 “Tal vez escuchen y cada uno se vuelva de su mal camino, y yo me arrepienta del mal que pienso hacerles a causa de la maldad de sus obras.”
4 Les dirás: “Así dice el Señor: ‘Si no me escucháis, para andar en mi ley que he puesto delante de vosotros,
5 escuchando las palabras de mis siervos los profetas que os he enviado repetidas veces, pero no los habéis escuchado,
6 entonces pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por maldición para todas las naciones de la tierra.’”
7 Y los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías decir estas palabras en la casa del Señor.
8 Cuando Jeremías terminó de decir todo lo que el Señor le había mandado que hablara a todo el pueblo, lo apresaron los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, diciendo: De cierto, morirás.
9 ¿Por qué has profetizado en nombre del Señor, diciendo: “Esta casa será como Silo y esta ciudad quedará desolada sin habitante alguno?” Y todo el pueblo se congregó contra Jeremías en la casa del Señor.
10 Y cuando los jefes de Judá oyeron estas cosas, subieron de la casa del rey a la casa del Señor, y se sentaron a la entrada de la puerta Nueva de la casa del Señor.
11 Y los sacerdotes y los profetas hablaron a los jefes y a todo el pueblo, diciendo: ¡Sentencia de muerte para este hombre!, porque ha profetizado contra esta ciudad, como habéis oído con vuestros propios oídos.
12 Entonces Jeremías habló a todos los jefes y a todo el pueblo, diciendo: El Señor me ha enviado a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad todas las palabras que habéis oído.
13 Ahora bien, enmendad vuestros caminos y vuestras obras, y oíd la voz del Señor vuestro Dios, y el Señor se arrepentirá del mal que ha pronunciado contra vosotros.
14 En cuanto a mí, he aquí estoy en vuestras manos; haced de mí como mejor y más recto sea a vuestros ojos.
15 Pero sabed bien que si me matáis, sangre inocente echaréis sobre vosotros y sobre esta ciudad y sobre sus habitantes; porque en verdad el Señor me ha enviado a vosotros para hablar en vuestros oídos todas estas palabras.
16 Dijeron los jefes y todo el pueblo a los sacerdotes y a los profetas: Que no haya sentencia de muerte para este hombre, porque en nombre del Señor nuestro Dios nos ha hablado.
17 Y se levantaron algunos de los ancianos del país y hablaron a toda la asamblea del pueblo, diciendo:
18 Miqueas de Moréset profetizó en días de Ezequías, rey de Judá, y habló a todo el pueblo de Judá, diciendo: “Así ha dicho el Señor de los ejércitos: ‘Sion será arada como un campo,
Jerusalén se convertirá en un montón de ruinas, y el monte del santuario será como los lugares altos de un bosque.’”
19 ¿Acaso le dieron muerte Ezequías, rey de Judá, y todo Judá? ¿No temió él al Señor y suplicó el favor del Señor, y el Señor se arrepintió del mal que había pronunciado contra ellos? Nosotros, pues, estamos cometiendo un gran mal contra nosotros mismos.
20 Y hubo también un hombre que profetizó en el nombre del Señor, Urías, hijo de Semaías de Quiriat-jearim, el cual profetizó contra esta ciudad y contra esta tierra palabras semejantes a todas las de Jeremías.
21 Cuando el rey Joacim y todos sus valientes y todos los jefes oyeron sus palabras, el rey procuró matarlo; pero Urías se enteró, tuvo miedo, huyó y se fue a Egipto.
22 Entonces el rey Joacim envió hombres a Egipto: a Elnatán, hijo de Acbor, y a otros hombres con él, a Egipto.
23 Y trajeron a Urías de Egipto y lo llevaron al rey Joacim, quien lo mató a espada y echó su cadáver a la fosa común.
24 Pero la mano de Ahicam, hijo de Safán, estaba con Jeremías, de manera que no fue entregado en manos del pueblo para que le dieran muerte.
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