Desde temprana edad, la vida de Ignacio estuvo marcada por la depresión, lo que desencadenó otras dificultades. “Ese estado me llevó a tener problemas de salud, no podía dormir por las noches, tenía pesadillas, ataques de pánico, vivía con mucho miedo a la oscuridad y veía sombras”, recuerda. Además, asegura: “No tenía paz en ningún momento, lo que me llevó a pensar varias veces en suicidarme”.
En ese periodo oscuro de su vida, aun siendo un adolescente, se sumaban los problemas económicos que atravesaba su familia. Al respecto, detalla: “En mi hogar no había paz. Veía que mis padres se esforzaban mucho para salir adelante, pero nunca lo lograban. Negocio que abrían era negocio que cerraban. Aunque mi papá conseguía buenos trabajos, el dinero no nos alcanzaba. Todo se iba en deudas y pago a los proveedores”.
Ante esa realidad, Ignacio admite: “Mi vida estaba marcada básicamente por la tristeza, por no encontrar un sentido por el cual vivir”.
EL ORGULLO HABLABA MÁS ALTO
“Mi mamá conoció la Iglesia Universal por la televisión, veía los programas que pasaban por las noches. Además, había recibido una invitación a través del periódico El Universal”, recuerda él. Sobre eso, añade: “Ella estuvo participando de las reuniones durante tres años y me invitaba para que la acompañara. Yo le decía que esa iglesia era falsa, que era una secta, que en ese lugar les quitaban el dinero a las personas. Eran los preconceptos
que tenía porque los había escuchado en la televisión y visto en internet. Eso me había generado rechazo hacia la Iglesia Universal sin conocerla, sin nunca haber ido”.
“Sin embargo, mi mamá seguía perseverando en la iglesia y Le pedía a Dios por mí porque veía cómo me encontraba, me veía mal”, destaca Ignacio al recordar la insistencia de quien solo quería ver su bien. Aun así, él admite: “Yo no quería reconocer que necesitaba ayuda, la depresión había escalado al punto de querer matarme”.
LA DECISIÓN QUE CAMBIÓ SU VIDA
Ignacio recuerda: “Un día, pasaba por la zona céntrica de la ciudad, vi la Iglesia Universal y decidí entrar. Yo había visto que mi madre estaba cambiada, entonces pensé: “Si acá está la salida, a mí también me van a ayudar”. Además, asegura: “Fue la mejor decisión que tomé en toda mi vida. Ese mismo día pude descansar, tuve paz, pude dormir a la noche, no tuve miedo ni pesadillas, todo el tormento se terminó”.
Al aprender sobre la fe, su vida comenzó a cambiar. “Me liberé de todos los problemas espirituales, los problemas económicos y familiares también se acabaron. Hoy hay unión y paz en mi hogar”, declara. Sus conquistas se extendieron. “Mi vida cambió, recibí el Espíritu Santo y me casé con una mujer de Dios. Hoy, además, trabajo por mi propia cuenta. Tengo una familia bendecida, pero nada de esto hubiera sido posible sin el Espíritu Santo porque Él es Quien cambió mi corazón, Él curó las heridas que tenía en mi interior”, enfatiza Ignacio y agrega: “Ahora tengo una felicidad que nunca se termina”.
Ignacio asiste a la Iglesia Universal ubicada en Pellegrini 320, Salta.