Como lo explica el profeta Isaías, el pecado hace que la persona se aleje de Dios (Isaías 59:2). Cuando esto sucede, automáticamente, esta persona pasa a formar parte del dominio de Satanás. De esta manera, al morir, su alma va al infierno (Romanos 6:23).
Por ese motivo, el Dios Padredeseó salvarla vida de Sus hijosdel sufrimiento eterno. Pero, para que eso sucediera, era necesario que el Señor Jesús, Su Hijo, viniese al mundo en forma de hombrey recibierasobre Sínuestras debilidadesy, entonces, fuera sacrificado. El Señor Jesús pagó por nuestros pecados. El profeta Isaías aclara en la Biblia:
“Mas Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre Él el castigo, y por Sus llagas fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el Señor cargó en Él el pecado de todos nosotros.” Isaías 53.5,6.
Vemos en la Biblia que, constantemente, el Señor Jesús es comparado a un cordero que camina hacia la muerte a causa de la maldad de la humanidad: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” Juan 1:29
– Lea además: El Jesús que debemos conocer
Como en el Señor Jesús no había pecado e impureza, cuando el murió físicamente cumplió con la misión de Salvar a todos aquellos que en Él creen del sufrimiento eterno. Y hoy tenemos acceso a Dios por medio de este sacrificio:
“Jesús le dijo:Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí.” Juan 14.6
Ese es el tamaño del amor de Dios por nosotros: sacrificó a Su propioHijo para que fuéramos libresdel pecado que nos condenabaal infierno.
Enel períododel Finde los Tiempos, vemos que elSeñorJesús, resucitado, ocupa Su lugar junto al Padre.
El apóstol Juan escribe: “Miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. Su número era millones de millones, y decían a gran voz:
El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.” Apocalipsis 5:11-12
Para quien desea esa Salvación Eterna, basta aceptar al Señor Jesús como Salvador y obedecer a Sus enseñanzas. Una vida de obediencia constante.
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