Se planteó la pregunta: ¿Cuál fue el mandamiento que el Señor Jesús más repitió y enfatizó?
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Deuteronomio 6:5
Debemos saber el orden correcto al momento de amar y evitar poner en riesgo todo lo que construimos por la codicia.
Eva puso su codicia en la fruta por encima de la Orden que Dios ya había dado. Al tocar y probar el fruto, dejó de poner a Dios en primer lugar, llevando a Adán a cometer el mismo error.
El error sucede cuando ponemos otras cosas por encima de la Ley de Dios.
Si nos ofrecen algo que, tarde o temprano, sabemos que vamos a poner por encima de Dios, tenemos que rechazarlo por amor y cuidado a nuestra alma.
Muchas veces consideramos a los demás por encima de Dios y esto desencadena problemas porque Lo dejamos de lado.
Cuando no priorizamos a Dios, tampoco tenemos consideración por nosotros mismos.
El orden correcto es:
- Amar a Dios por sobre todas las cosas.
- Amarnos a nosotros mismos (Alma, Salvación y Fe).
- Amar al prójimo como nosotros mismos nos amamos; materializar el amor que decimos tener con actos sinceros.
Y volvió a decir: ¿A qué compararé el reino de Dios? Lucas 13:20
Cuando nos sometemos a la Ley del Reino de Dios, pasamos a disfrutar el cumplimiento de Sus Promesas en nuestras vidas.
Nosotros somos la harina y la levadura es la Fe. La Fe tiene que estar en todas las áreas de nuestra vida, así como la levadura fermenta toda la harina.
El error de muchas personas es Enfocarse en una sola área de su vida, cometiendo el error de entregarse a Dios de manera parcial y no total.
En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así probéis que sois mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea perfecto. Juan 15:8-11
Cuando usamos la Fe, Dios pone Su gozo total en nosotros, que es el Espíritu Santo, porque previamente la usamos para entregarnos totalmente.
Poner cosas o personas delante de Dios compromete nuestra alma. Él debe ser el Único.