Toda historia tiene varias versiones y dependiendo de quien la cuente, se van a privilegiar algunos hechos y se van a desechar otros, pero eso no quiere decir que la versión del otro no exista. Es por negar la versión del otro que muchos terminan juzgándolos y pecando contra Dios.
Usted tiene su propia forma de ver la realidad, también su forma de hablar y de tratar a otros, pero piense que existen otras personas que tienen sus propios puntos de vista.
Por ejemplo, si su madre no le presta atención, puede ser que usted lo esté viendo así, pero que ella no sepa lo que le está haciendo. Piense que quizás es así porque fueron dura con ella, no le dieron cariño.
Ese es el punto de vista que el resto no ve y que hace que no entiendan de qué manera piensa el otro.
Por lo tanto, no juzgue. El Señor Jesús dice:
“No juzguéis, para que no seáis juzgados.”, (Mateo 7:1).
Solo Dios puede juzgar a las personas, pues Él nos ve desde todos los ángulos y conoce nuestra versión de la historia.
Él conoce nuestro pasado y decide olvidarlo para darnos una nueva oportunidad. Él puede juzgarnos, pero no lo hace.
“… ni Yo te condeno; vete, y no peques más.”, (Juan 8:11).
Si Dios, que podría juzgar no lo hace, imagine que nosotros no tenemos ningún derecho.
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