Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
1° Samuel 20
1 Entonces David huyó de Naiot en Ramá, vino ante Jonatán, y dijo: ¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi maldad y cuál es mi pecado contra tu padre para que busque mi vida?
2 Y él le respondió: De ninguna manera; no morirás. He aquí, mi padre no hace ninguna cosa, grande o pequeña, sin revelármela. ¿Por qué, pues, me ha de ocultar esto mi padre? No será así.
3 Pero David volvió a jurar, diciendo: Tu padre sabe bien que he hallado gracia ante tus ojos, y ha dicho: “Que no lo sepa Jonatán para que no se entristezca.” Pero ciertamente, vive el Señor y vive tu alma, que apenas hay un paso entre mí y la muerte.
4 Entonces Jonatán dijo a David: Lo que tú digas, haré por ti.
5 Y David respondió a Jonatán: He aquí, mañana es luna nueva y debo sentarme a comer con el rey, pero déjame ir para que me esconda en el campo hasta el atardecer del tercer día.
6 Si tu padre me echa de menos, entonces di: “David me rogó mucho que le dejara ir a toda prisa a Belén su ciudad, porque allá se celebra el sacrificio anual por toda la familia.”
7 Si él dice: “Está bien”, tu siervo estará seguro; pero si se enoja, sabrás que ha decidido hacer el mal.
8 Trata entonces con misericordia a tu siervo, ya que has hecho entrar a tu siervo en un pacto del Señor contigo. Pero si hay maldad en mí, mátame tú, pues, ¿por qué llevarme a tu padre?
9 Respondió Jonatán: ¡Nunca tal te suceda! Porque si yo me entero que mi padre ha decidido que el mal caiga sobre ti, ¿no te lo avisaría yo?
10 David respondió a Jonatán: ¿Quién me avisará si tu padre te responde ásperamente?
11 Y Jonatán dijo a David: Ven, salgamos al campo. Y ambos salieron al campo.
12 Entonces Jonatán dijo a David: El Señor, Dios de Israel, sea testigo. Cuando yo haya hablado con mi padre como a esta hora mañana, o al tercer día, he aquí, si hay buen ánimo para con David, ¿no habré de enviar a ti para hacértelo saber?
13 Si mi padre quiere hacerte mal, que así haga el Señor a Jonatán y aun le añada si no te lo hago saber y te envío para que vayas en paz. Y que el Señor sea contigo, como ha sido con mi padre.
14 Y si todavía vivo, ¿no me mostrarás la misericordia del Señor, para que no muera?
15 No quitarás tu misericordia de mi casa para siempre, ni aun cuando el Señor haya quitado de la faz de la tierra a cada uno de los enemigos de David.
16 Jonatán, pues, hizo un pacto con la casa de David, diciendo: El Señor lo demande de la mano de los enemigos de David.
17 Y Jonatán hizo jurar a David otra vez a causa de su amor por él, pues le amaba como a sí mismo.
18 Entonces Jonatán le dijo: Mañana es luna nueva y serás echado de menos, porque tu asiento estará vacío.
19 Cuando hayas estado ausente tres días, descenderás aprisa y vendrás al lugar donde te escondiste el día de aquel suceso, y permanecerás junto a la piedra de Ezel.
20 Yo tiraré tres saetas hacia un lado, como tirando al blanco.
21 Y he aquí, enviaré al muchacho, diciendo: “Ve, busca las saetas.” Si digo claramente al muchacho: “He aquí, las saetas están más acá de ti, tómalas”, entonces ven porque hay seguridad para ti y no habrá mal, vive el Señor.
22 Pero si digo al joven: “He aquí, las saetas están más allá de ti”, vete, porque el Señor te ha enviado.
23 En cuanto al acuerdo del cual tú y yo hemos hablado, he aquí, el Señor está entre nosotros dos para siempre.
24 Se escondió, pues, David en el campo. Cuando vino la luna nueva, el rey se sentó a comer.
25 El rey se sentó en su asiento como de costumbre, el asiento junto a la pared; entonces Jonatán se levantó, y Abner se sentó al lado de Saúl, pero el lugar de David estaba vacío.
26 Sin embargo, Saúl no dijo nada aquel día, porque se dijo: Es una casualidad, no estará limpio; de seguro que no se ha purificado.
27 Y sucedió al día siguiente, el segundo día de la luna nueva, que el lugar de David estaba aún vacío; entonces Saúl dijo a su hijo Jonatán: ¿Por qué no ha venido el hijo de Isaí a la comida ni ayer ni hoy?
28 Y Jonatán respondió a Saúl: David me rogó encarecidamente que le dejara ir a Belén,
29 y dijo: “Te ruego que me dejes ir, pues nuestra familia tiene sacrificio en la ciudad y mi hermano me ha mandado que asista. Ahora pues, si he hallado gracia ante tus ojos, te ruego me dejes ir para ver a mis hermanos.” Por este motivo no ha venido a la mesa del rey.
30 Se encendió la ira de Saúl contra Jonatán, y le dijo: ¡Hijo de perversa y rebelde! ¿Acaso no sé yo que prefieres al hijo de Isaí, para tu propia vergüenza y para vergüenza de la desnudez de tu madre?
31 Pues mientras viva sobre la tierra el hijo de Isaí, ni tú ni tu reino serán establecidos. Ahora pues, manda a traérmelo, porque ciertamente ha de morir.
32 Pero Jonatán respondió a su padre Saúl, y le dijo: ¿Por qué ha de morir? ¿Qué ha hecho?
33 Entonces Saúl le arrojó la lanza para matarlo; así Jonatán supo que su padre había decidido matar a David.
34 Jonatán se levantó de la mesa ardiendo en ira y no comió pan el segundo día de la luna nueva, pues estaba entristecido por David, porque su padre le había afrentado.
35 A la mañana siguiente Jonatán salió al campo para reunirse con David, y un muchacho pequeño iba con él.
36 Y dijo al muchacho: Corre, busca ahora las saetas que voy a tirar. Y mientras el muchacho corría, tiró una saeta más allá de él.
37 Cuando el muchacho llegó a la saeta que Jonatán había tirado, Jonatán le gritó al muchacho, y dijo: ¿No está la saeta más allá de ti?
38 Y Jonatán llamó al muchacho: Corre, date prisa, no te detengas. Y el muchacho de Jonatán recogió la saeta y volvió a su señor.
39 Pero el muchacho no estaba al tanto de nada; sólo Jonatán y David sabían del asunto.
40 Entonces Jonatán dio sus armas al muchacho y le dijo: Vete, llévalas a la ciudad.
41 Cuando el muchacho se fue, David se levantó del lado del sur, y cayendo rostro en tierra, se postró tres veces. Y se besaron el uno al otro y lloraron juntos, pero David lloró más.
42 Y Jonatán dijo a David: Vete en paz, ya que nos hemos jurado el uno al otro en el nombre del Señor, diciendo: “El Señor esté entre tú y yo, y entre mi descendencia y tu descendencia para siempre.” David se levantó y se fue, y Jonatán entró en la ciudad.
1° Corintios 2
1 Cuando fui a vosotros, hermanos, proclamándoos el testimonio de Dios, no fui con superioridad de palabra o de sabiduría,
2 pues nada me propuse saber entre vosotros, excepto a Jesucristo, y éste crucificado.
3 Y estuve entre vosotros con debilidad, y con temor y mucho temblor.
4 Y ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder,
5 para que vuestra fe no descanse en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
6 Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; pero una sabiduría no de este siglo, ni de los gobernantes de este siglo, que van desapareciendo,
7 sino que hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que, desde antes de los siglos, Dios predestinó para nuestra gloria;
8 la sabiduría que ninguno de los gobernantes de este siglo ha entendido, porque si la hubieran entendido no habrían crucificado al Señor de gloria;
9 sino como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oido oyo, ni han entrado al corazon del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman.
10 Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios.
11 Porque entre los hombres, ¿quién conoce los pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Asimismo, nadie conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios.
12 Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente,
13 de lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales.
14 Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente.
15 En cambio, el que es espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie.
16 Porque ¿quien ha conocido la mente del Señor, para que le instruya? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.
Lamentaciones 5
1 Acuérdate, oh Señor, de lo que nos ha sucedido; mira y ve nuestro oprobio.
2 Nuestra heredad ha pasado a extraños, nuestras casas a extranjeros.
3 Hemos quedado huérfanos, sin padre, nuestras madres, como viudas.
4 Por el agua que bebemos tenemos que pagar, nuestra leña nos llega por precio.
5 Sobre nuestros cuellos están nuestros perseguidores; no hay descanso para nosotros, estamos agotados.
6 A Egipto y a Asiria nos hemos sometido para saciarnos de pan.
7 Nuestros padres pecaron, ya no existen, y nosotros cargamos con sus iniquidades.
8 Esclavos dominan sobre nosotros, no hay quien nos libre de su mano.
9 Con peligro de nuestras vidas conseguimos nuestro pan, enfrentándonos a la espada del desierto.
10 Nuestra piel quema como un horno, a causa de los ardores del hambre.
11 Violaron a las mujeres en Sion, a las vírgenes en las ciudades de Judá.
12 Los príncipes fueron colgados de sus manos, los rostros de los ancianos no fueron respetados.
13 Los jóvenes trabajaron en el molino, y los muchachos cayeron bajo el peso de la leña.
14 Los ancianos se han apartado de las puertas, los jóvenes de su música.
15 Ha cesado el gozo de nuestro corazón, se ha convertido en duelo nuestra danza.
16 Ha caído la corona de nuestra cabeza. ¡Ay de nosotros, pues hemos pecado!
17 Por esto está abatido nuestro corazón, por estas cosas se nublan nuestros ojos,
18 por el monte Sion que está asolado; las zorras merodean en él.
19 Mas tú, oh Señor, reinas para siempre, tu trono permanece de generación en generación.
20 ¿Por qué te olvidas para siempre de nosotros, y nos abandonas a perpetuidad?
21 Restáuranos a ti, oh Señor, y seremos restaurados; renueva nuestros días como antaño,
22 a no ser que nos hayas desechado totalmente, y estés enojado en gran manera contra nosotros.
Acompañe la lectura del 239° día ingresando aquí.
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