“Permaneced en mí, y yo en vosotros…”, (Juan 15:4). Permanecer significa, en una persona o una cosa, estar en un lugar o en un estado sin moverse y sin cambiar. Es por eso que Jesús dijo “Permaneced en mí”, porque hay personas que son inconstantes, vienen y se van, son turistas de Dios.
Algunos ven que la situación se complica y buscan a Dios, pero cuando mejora, se alejan nuevamente.
Sin embargo, se debe tener en cuenta que las promesas de Dios son condicionales y no son para todos. No se trata solo de estar en las reuniones, sino que también debe entregar su vida en las manos de Dios.
“… Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.”, (Juan 15:4). Para que las ramas tengan vida, deben estar pegadas al tronco. Es este el que las alimenta. Como una rama no puede vivir sin tronco, nosotros tampoco podemos vivir sin Él, porque Jesús es el tronco. Debido a esto, necesitamos permanecer en Dios, para tener derecho a Sus promesas:
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.”, (Juan 15:5-7). Esta promesa es para aquellos que permanecen en Él, no para el turista que va y viene. Permanecer, es escuchar, entregar su corazón y permanecer en la fe, en las buenas y en las malas, porque muchas veces Él permite que pasemos por momentos difíciles. De esta forma probamos que creemos. En esas situaciones maduramos en la fe y nos afirmamos.
Él nunca nos desampara, los que permanecen, pedirán lo quieran y les será hecho. Usted debe aferrarse a Jesús porque Él es el único camino a la salvación.
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