Fue un largo camino de luchas para que Pablo y Ana lograran ser felices juntos: “Yo vengo de una familia muy humilde, mi padre era alcohólico y maltrataba a mi madre, tuve una infancia muy dura”, recuerda Ana.
Pablo también vivió una niñez difícil: “Me crié con mi abuela, porque los fines de semana, mi padre se dedicaba a tomar alcohol.
Después, conocí a mi esposa y nos juntamos, pero nos peléabamos y comenzamos a endeudarnos. Era alcohólico, también tenía el vicio de pastillas, marihuana y cigarrillos. Sentía un vacío muy grande en mi vida”.
Ana también estaba sufriendo: “No sabía de sus vicios, el único que compartíamos era el alcohol, yo llegué a tener un coma alcohólico.
Yo llegué primero a la Universal y al tiempo llegó mi esposo, pero él se apartó. Luego de un tiempo, fui cambiando mi forma de ser y él se acercó nuevamente.
Hoy estamos bien, gracias a Dios, Él cambió nuestra relación. Además, estamos bien en la parte económica, Dios abrió todas las puertas”, finaliza Ana.
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