Durante toda la historia de la humanidad, siempre hubo personas temerosas de Dios que cuestionaron sobre Su justicia. ¿Por qué los malos enriquecen, mientras que los buenos son miserables? ¿Por qué los deshonestos consiguen el éxito, mientras los honestos pasan necesidades? Incluso el profeta Jeremías cuestionó:
“SEÑOR, Tú siempre me haces justicia cuando llevo un caso ante Ti. Así que déjame presentarte esta queja: ¿Por qué los malvados son tan prósperos? ¿Por qué son tan felices los malignos? Tú los has plantado, y ellos echaron raíces y han prosperado. Tu nombre está en sus labios, aunque estás lejos de su corazón. En cuanto a mí, SEÑOR, Tú conoces mi corazón; me ves y pruebas mis pensamientos. (…)
Dios le respondió:
— Si te cansa competir contra simples hombres, ¿cómo podrás correr contra caballos?”
Jeremías 12:1-5 – Nueva Traducción Viviente
O sea: Jeremías, ¿por qué te preocupas por la miseria de los ricos perdidos, teniéndome a Mí como Socio, Aliado y Padre? ¿Por qué insistes en desenfocar tu visión de Mi Grandeza y Gloria hacia abajo? ¿Es posible apostar una carrera con hombres a pie, cuando se tienen alas como las águilas?
De hecho, mientras las personas de Dios enfoquen su fe en cosas pequeñas e insignificantes, jamás reunirán la fe suficiente (coraje) para invertir en cosas grandes. ¿Cómo es posible creer sinceramente en el Todopoderoso y al mismo tiempo proyectar cosas pequeñas? Esa ha sido la falta de la mayoría de los cristianos. Es por eso que se pierden en la miseria, envidiando a los malos y a los ricos deshonestos. Quieren competir con ellos, cuando su condición es infinitamente mayor y mejor.
El problema es que ellos han despreciado a LAS ALAS DE LA FE DE ÁGUILA para correr con zapatillas.