En la mayoría de los países occidentales, el día 2 de noviembre se conmemora el Día de los Muertos. De acuerdo con la tradición, ese día debe ser dedicado a recordar a los muertos y a rezar por el alma de ellos.
Sí, podemos y debemos recordar de quien ya falleció, principalmente si eran seres queridos. Y para eso no necesitamos una fecha específica.
En cuanto a orar por los muertos, ¿es necesario? ¿hay algún provecho para ellos en ese tipo de actitud de parte de nosotros?
La Biblia relata la historia de dos hombres que murieron y cuyas almas tuvieron destinos diferentes:
“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.” (Lucas 16:19-25)
Por medio de ese pasaje bíblico es posible constatar que todo lo que puede ser hecho en beneficio de nuestra alma, o de la de un ser querido, debe ser hecho en vida.
El obispo Edir Macedo aclara que cuando una persona vive en el pecado, en el robo, en el odio, en el resentimiento, en fin, en todo lo que no sirve, al morir, no vendrán los ángeles para rescatar su alma, porque ella murió en la injusticia. De esa forma ella es llevada al infierno, al lugar de los injustos.
Pero aquella que elige vivir en la justicia, en obediencia a la Palabra de Dios, cuando muere es llevada a un lugar especial, como sucedió con Lázaro. “De nada sirven nuestras oraciones por aquellos que ya fallecieron, porque cada uno decide hacia dónde irá durante esta vida”, destaca el obispo.
Por eso la Universal trabaja diariamente por la Salvación de su alma. Pero el único capaz de determinar cuál será el destino de ella después de la muerte es usted mismo, por medio de las elecciones que haga en vida.
Piense en esto.
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