Así como no todo lo que brilla es oro, tampoco todos los que dicen creer en Jesús creen de verdad.
Mucha gente buena ha confundido el creer de verdad con apenas creer. Esa es la razón de tantas frustraciones en la fe.
Si el creer de verdad estuviese limitado a apenas creer, el Nombre del Señor Jesús no sería tan avergonzado por los “hermalos”.
Creer de verdad no tiene nada que ver con apenas creer.
Cuando alguien apenas cree se pone de novio, tiene una relación o se junta en una supuesta “unión estable”. Alivio de conciencia, satisfacción a la sociedad y a la “fe”, nada de eso cambia su estado civil.
Desde el punto de vista espiritual, eso prueba una fe mezclada con pasión o con sentimientos fútiles e inútiles.
Cuando apenas se cree en el Señor Jesús, la relación se desarrolla basada en sentimientos de pasión. No se está obligado a renuncias personales, a obediencia, o a la honra a la palabra empeñada.
Contrariamente a eso, cuando se cree de verdad en alguien, de forma bíblica, se asume el compromiso de entrega incondicional. Es el casamiento por el resto de la vida instituido por el Todopoderoso.
El verbo “creer”, en el original griego, se refiere a ese tipo de compromiso. Implica sacrificio diario hasta la muerte por parte de los que creen.
Ese es el tipo de creencia que garantiza la vida eterna.
Por eso, quien cree en el Hijo de Dios tiene vida eterna… Juan 3:36
Quien no cree de verdad ya está condenado al Lago de Fuego y Azufre, donde habrá lloro y crujir de dientes.