Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
2° Reyes 24
1 En los días de Joacim subió Nabucodonosor, rey de Babilonia, y Joacim fue su siervo por tres años; después se levantó y se rebeló contra él.
2 Y el Señor envió contra Joacim bandas de caldeos, bandas de arameos, bandas de moabitas y bandas de amonitas. Y las envió contra Judá para destruirla, conforme a la palabra que el Señor había hablado por medio de sus siervos los profetas.
3 Ciertamente por mandato del Señor sucedió esto contra Judá para quitarlos de su presencia, por los pecados de Manasés, por todo lo que había hecho,
4 y también por la sangre inocente que derramó, pues llenó a Jerusalén de sangre inocente, y el Señor no quiso perdonar.
5 Los demás hechos de Joacim y todo lo que hizo ¿no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá?
6 Y durmió Joacim con sus padres; y su hijo Joaquín reinó en su lugar.
7 Y el rey de Egipto no salió más de su tierra, porque el rey de Babilonia había tomado todo lo que pertenecía al rey de Egipto desde el torrente de Egipto hasta el río Eufrates.
8 Joaquín tenía dieciocho años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. El nombre de su madre era Nehusta, hija de Elnatán, de Jerusalén.
9 E hizo lo malo ante los ojos del Señor, conforme a todo lo que había hecho su padre.
10 En aquel tiempo los siervos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron a Jerusalén, y la ciudad fue sitiada.
11 Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a la ciudad mientras sus siervos la tenían sitiada.
12 Y Joaquín, rey de Judá, se rindió al rey de Babilonia, él y su madre, sus capitanes, sus jefes y sus oficiales. El rey de Babilonia lo apresó en el año octavo de su reinado.
13 Sacó de allí todos los tesoros de la casa del Señor, los tesoros de la casa del rey, y destrozó todos los utensilios de oro que Salomón, rey de Israel, había hecho en el templo del Señor, tal como el Señor había dicho.
14 Y se llevó en cautiverio a todo Jerusalén: a todos los capitanes, a todos los hombres valientes, diez mil cautivos, y a todos los artesanos y herreros. Nadie quedó, excepto la gente más pobre del país.
15 También se llevó a Joaquín en cautiverio a Babilonia; asimismo a la madre del rey y a las mujeres del rey, a sus oficiales y a los poderosos del país, se los llevó en cautiverio de Jerusalén a Babilonia.
16 Todos los hombres valientes, siete mil, y los artesanos y herreros, mil, todos fuertes y aptos para la guerra, también a éstos el rey de Babilonia llevó en cautiverio a Babilonia.
17 Entonces el rey de Babilonia puso por rey en lugar de Joaquín, a su tío Matanías y cambió su nombre por el de Sedequías.
18 Sedequías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. El nombre de su madre era Hamutal, hija de Jeremías, de Libna.
19 E hizo lo malo ante los ojos del Señor, conforme a todo lo que había hecho Joacim.
20 Por causa de la ira del Señor sucedió esto en Jerusalén y en Judea, hasta que los echó de su presencia. Y Sedequías se rebeló contra el rey de Babilonia.
Hebreos 6
1 Por tanto, dejando las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas y de la fe hacia Dios,
2 de la enseñanza sobre lavamientos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.
3 Y esto haremos, si Dios lo permite.
4 Porque en el caso de los que fueron una vez iluminados, que probaron del don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo,
5 que gustaron la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero,
6 pero después cayeron, es imposible renovarlos otra vez para arrepentimiento, puesto que de nuevo crucifican para sí mismos al Hijo de Dios y le exponen a la ignominia pública.
7 Porque la tierra que bebe la lluvia que con frecuencia cae sobre ella y produce vegetación útil a aquellos por los cuales es cultivada, recibe bendición de Dios;
8 pero si produce espinos y abrojos no vale nada, está próxima a ser maldecida, y termina por ser quemada.
9 Pero en cuanto a vosotros, amados, aunque hablemos de esta manera, estamos persuadidos de las cosas que son mejores y que pertenecen a la salvación.
10 Porque Dios no es injusto como para olvidarse de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido, y sirviendo aún, a los santos.
11 Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para alcanzar la plena seguridad de la esperanza,
12 a fin de que no seáis perezosos, sino imitadores de los que mediante la fe y la paciencia heredan las promesas.
13 Pues cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por uno mayor, juró por sí mismo,
14 diciendo: Ciertamente te bendecire y ciertamente te multiplicare.
15 Y así, habiendo esperado con paciencia, obtuvo la promesa.
16 Porque los hombres juran por uno mayor que ellos mismos, y para ellos un juramento dado como confirmación es el fin de toda discusión.
17 Por lo cual Dios, deseando mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su propósito, interpuso un juramento,
18 a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, los que hemos buscado refugio seamos grandemente animados para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros,
19 la cual tenemos como ancla del alma, una esperanza segura y firme, y que penetra hasta detrás del velo,
20 donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho, según el orden de Melquisedec, sumo sacerdote para siempre.
Joel 3
1 Porque he aquí que en aquellos días y en aquel tiempo, cuando yo restaure el bienestar de Judá y Jerusalén,
2 reuniré a todas las naciones, y las haré bajar al valle de Josafat. Y allí entraré en juicio con ellas a favor de mi pueblo y mi heredad, Israel, a quien ellas esparcieron entre las naciones,
y repartieron mi tierra.
3 También echaron suertes sobre mi pueblo, cambiaron un niño por una ramera, y vendieron una niña por vino para poder beber.
4 Además, ¿qué tenéis que ver conmigo, Tiro, Sidón y todas las regiones de Filistea? ¿Os queréis vengar de mí? Si de esta manera os vengáis de mí, bien pronto haré volver vuestra venganza sobre vuestra cabeza.
5 Por cuanto habéis tomado mi plata y mi oro, y os habéis llevado mis valiosos tesoros a vuestros templos,
6 y habéis vendido los hijos de Judá y Jerusalén a los griegos para alejarlos de su territorio,
7 he aquí, yo los levantaré del lugar donde los vendisteis, y devolveré vuestra venganza sobre vuestra cabeza.
8 También venderé vuestros hijos y vuestras hijas a los hijos de Judá, y ellos los venderán a los sabeos, a una nación lejana —porque el Señor lo ha dicho.
9 Proclamad esto entre las naciones: Preparaos para la guerra, despertad a los valientes; acérquense, suban todos los soldados.
10 Forjad espadas de vuestras rejas de arado y lanzas de vuestras podaderas; diga el débil: Fuerte soy.
11 Apresuraos y venid, naciones todas de alrededor, y reuníos allí. Haz descender, oh Señor, a tus valientes.
12 Despiértense y suban las naciones al valle de Josafat, porque allí me sentaré a juzgar a todas las naciones de alrededor.
13 Meted la hoz, que la mies está madura; venid, pisad, que el lagar está lleno; las tinajas rebosan, porque grande es su maldad.
14 Multitudes, multitudes en el valle de la decisión. Porque cerca está el día del Señor en el valle de la decisión.
15 El sol y la luna se oscurecen, y las estrellas pierden su resplandor.
16 El Señor ruge desde Sion y desde Jerusalén da su voz, y tiemblan los cielos y la tierra. Pero el Señor es refugio para su pueblo y fortaleza para los hijos de Israel.
17 Entonces sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios, que habito en Sion, mi santo monte. Y Jerusalén será santa, y los extranjeros no pasarán más por ella.
18 Y sucederá que en aquel día los montes destilarán vino dulce, las colinas manarán leche, y por todos los arroyos de Judá correrán las aguas; brotará un manantial de la casa del Señor y regará el valle de Sitim.
19 Egipto será una desolación, y Edom será un desierto desolado, por la violencia hecha a los hijos de Judá, en cuya tierra han derramado sangre inocente.
20 Pero Judá será habitada para siempre, y Jerusalén por todas las generaciones.
21 Y yo vengaré su sangre, que aún no he vengado, pues el Señor habita en Sion.
Acompañe la lectura del 314° día ingresando aquí.
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