Paulo: “Antes de llegar a la Universal, tenía muchos traumas. Todo comenzó a los seis años cuando fui víctima de una violación. Nunca le conté a nadie lo que me había pasado, lo oculté por vergüenza y miedo. Después de eso, comencé a tener mucho rencor y fui creciendo así.
Empecé a ser rebelde con mis padres, además, era muy tímido. Cuando llegué a la adolescencia me involucré en cosas que me hacían mal.
Organizaba fiestas para más de 600 personas, era una mala influencia, consumí marihuana, pastillas y alcohol, tuve tres comas alcohólicos.
Intenté quitarme la vida en un departamento, durante una de las fiestas, me iba a tirar del balcón.
Después llegué a estar una semana en la calle, durmiendo en las plazas, solo iba a mi casa a bañarme. Vivía deprimido, escuchaba voces, veía sombras y tenía fobias.
Una vecina que participaba en las reuniones de la Universal, me invitó. Acepté ir e inmediatamente vi un cambio. Me liberé de los vicios. Quería recibir al Espíritu Santo y entendí que tenía que perdonar y que yo no era nadie para juzgar y perdoné lo que me habían hecho. Tuve un encuentro con Dios y fui transformado”.
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