Cuando la persona recibe el Espíritu Santo, las lenguas extrañas son apenas una señal, pero la más importante del bautismo en el Espíritu Santo es la fe. Cuando Dios dice: “Mas el justo vivirá por fe…”, (Hebreos 10:38), no da otra alternativa. Ni por obras de caridad, ni por los méritos personales, tiene que ser por la fe. Cuando uno recibe el Espíritu Santo, recibe el Espíritu de la fe y pasa a vivir en la fe. En cambio, no se puede vivir de fe en fe sin Él.
Vea lo que dice la Biblia: “Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.”, (Romanos 14:23). Hasta la comida consumida con duda es pecado, porque sin fe es imposible agradar a Dios.
“Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve.”, (Malaquías 3:18).
La diferencia es que quien no sirve a Dios vive en la duda y el diablo, que es padre de esta, se aprovecha. Aquel que sirve a Dios, vive en la fe y el que no, en la duda.
Lo que hace la diferencia es que quien es bautizado en el Espíritu Santo dentro de sí, tiene un tesoro divino.
Los que no tienen nuestra fe, piensan que es una locura, no entienden. Por eso es importante recibirlo, porque el bautismo en el Espíritu Santo, es el bautismo de la fe. Uno recibe la naturaleza divina y se vuelve una persona que cree. Pero, quien mezcla la fe con la duda, nunca sale adelante, no conquista. Si tiene 99% de fe, pero 1% de duda no hay forma de vencer, es todo o nada. No puede tener duda, no importa el tamaño de la fe, basta con que sea purísima, total y completa, depender únicamente de Dios. Jacob vivía en la duda porque no había puesto su vida 100% en el Altar. Hasta el día que en el Vado de Jaboc, colocó todo en las manos del Señor, comenzó a depender de Dios y su vida fue transformada.
[related-content]