El Reino de Dios está hecho de orden y disciplina. Como cuerpo del Señor, la Iglesia (Reino de Dios en la Tierra) está formada por los nacidos del Espíritu Santo, establecidos en diversas denominaciones evangélicas.
Ese cuerpo perfecto funciona de forma armoniosa y rigurosamente de acuerdo con el Cabeza. En Él no existe indisciplina, rebelión, insumisión, insulto o cosa parecida. Al contrario, cada miembro funciona en sintonía con el otro en sumisión y amor.
Todos trabajan por una única causa: el desarrollo del Reino de Dios en el mundo.
Al afirmar que las puertas del infierno no prevalecerían contra Su Iglesia, el Señor Se refería a la Iglesia Espiritual.
Esta es totalmente distinta a la iglesia institucional (iglesia de denominación).
Mientras la Espiritual sirve al Cabeza – Señor Jesucristo – la institucional trabaja por la propia causa.
Son muchos los conflictos de intereses entre los miembros de las iglesias institucionales. Cada una lleva agua para su molino. Y la carne impera libremente.
Desacuerdos, facciones, difamaciones, calumnias y mentiras forman parte del triste cuadro de las diferentes comunidades llamadas cristianas. Y esto solo sucede porque sus miembros jamás nacieron de nuevo. Y no nacieron de nuevo porque no murieron para el mundo…
“…si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” Juan 12.24
Y lo peor es que esos nacidos de la carne encima dificultan el ingreso de los que quieren entrar en el Reino de Dios (Iglesia Espiritual).
Usan la Biblia y el Nombre de Jesús como se les da la gana…
Todo cuidado con la levadura de ellos es, como mínimo, una obligación en la defensa de la Salvación eterna.
¡Que el Señor Jesús los bendiga!