Hay quien nos mire y piense que despreciamos la fiesta de la Pascua porque no la celebramos como los demás, con conejos y huevos de chocolate. ¡Pero eso no es verdad!
El mayor mensaje de las Escrituras está centrado justamente en la Pascua, es decir, en el sacrificio del Señor Jesús en la cruz y en Su resurrección. Por eso, no la celebro una vez al año y ni una vez por semana, sino todos los días.
Quien realmente conoce a Dios no puede pasar ni tan siquiera un día sin recordar la más magnífica prueba de amor que la humanidad ha recibido: la entrega del Señor Jesús en la cruz por nosotros.
En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo dio la siguiente instrucción:
“Por eso hagamos la fiesta, no con la levadura vieja, ni con la levadura de la maldad y de la malicia, sino con los asimos de la sinceridad y de la verdad.”
El énfasis de esta enseñanza consiste en tener la conciencia de que Jesús es nuestro Cordero Pascual, y por eso debemos celebrar Su sacrificio con sinceridad y verdad (1Co 5.6-8).
Para entender esto, es necesario saber que la fiesta de la Pascua estaba unida a la fiesta de los Panes Ácimos, en la que durante una semana los judíos no se alimentaban de panes fermentados.
Ya en el primer día de la semana de la fiesta había una búsqueda minuciosa en la casa para que ningún resquicio de levadura quedara allí e invalidara la celebración espiritual de la familia. En aquella época, la levadura se obtuvo de la mezcla de harina y agua dejada durante días al aire libre hasta tener cierta acidez y fermentar. Por ser un proceso largo, había la costumbre de, además de levadura, tener en casa también un poco de masa ya fermentada para agregar a las nuevas recetas.
La levadura destacada en la Biblia está relacionada con el pecado, la maldad, la hipocresía y la malicia. Por esa razón, el cordero de la Pascua debería ser comido con panes asimos, es decir, no fermentados.
Me pregunto ahora: si un simple animal, que simbolizaba a Jesús – el verdadero Cordero – no podía ser mezclado con un alimento “corrompido” (fermentado), ¿cómo puede una persona que dice ser de Dios y bautizada con Su Espíritu vivir asociada a tantas fuentes de corrupción?
¿Cómo puede comer de la mesa de Dios y sentarse en la rueda de los burladores y mentirosos, tanto personal como virtualmente?
Es importante decir que no es necesario ni dar una vuelta al mundo para contaminarse, pues, desgraciadamente, el medio evangélico está impregnado de fuentes de impurezas. Hay “masa leudada” por todas partes, preparada para contaminar al que se mantiene en santidad y pureza.
Vivimos días en que las compuertas del infierno están abiertas, y Satanás, con toda la fuerza, ha usado el tiempo que le queda para corromper a los sinceros en la fe.
Si, al leer este texto, usted se da cuenta que la “levadura” del mundo ha estropeado sus valores y ha maculado sus ojos y sus principios, se deshaga de ello inmediatamente, para que así pueda celebrar la Pascua hoy, mañana y todos los días siendo una “masa” nueva.
Pero si usted ya está dentro de los moldes Divino, siga pagando el precio del sacrificio de sus voluntades. Nuestra fiesta se fundamenta en amar a Dios y al prójimo con sinceridad, tener palabras y comportamiento verdadero y vivir de forma continua y radical, eliminando cualquier impureza que nos aleje de la eternidad en el cielo.
Entonces, como está escrito: ¡“hagamos la fiesta”, pero de la sinceridad y la verdad!