Solo existe una manera de lograr aquello que escapa a nuestro alcance: si estamos aliados a Dios. Y también solo existe una manera de que estemos aliados a Dios: si manifestamos la Fe consciente en Él y en Su Palabra. Lo imposible deja de ser imposible delante de esta Fe. Otros tipos de creencia, religiones y rituales no pueden realizar lo que ella realiza, visto que no vienen acompañados de sacrificio, conforme nos acerca al Altísimo.
Es por este motivo que, para que lo imposible suceda, es imprescindible el ejercicio de esta Fe, a través de la renuncia de los propios pensamientos, con el fin de absorber los Pensamientos de Dios. Es el sacrificio de lo mínimo para la conquista de lo máximo.
Y no podría ser diferente. Solamente Dios es capaz de realizar lo imposible, pero Él ha prestado Su poder para que también realicemos lo imposible para Su Gloria. Ese poder es el don de la Fe, que viene del oír Su Palabra, y se torna eficaz si es puesta en práctica valientemente a través de actitudes sacrificiales.
Por eso, solo logra hacer uso de este poder quien verdaderamente es Su discípulo. A fin de cuentas, “discípulo” es el que recibe la instrucción de otro y la práctica. Es la persona que adopta una doctrina, sigue las ideas o imita los ejemplos de su maestro. Por lo tanto, quien quiere adoptar las enseñanzas de Jesús como modelo de comportamiento, debe renunciar a su propia vida. Él mismo dejó bien en claro que, para ser Su discípulo, es necesario obedecerlo, renunciando a sí mismo y a todo lo que este mundo ofrece.
“Y el que no lleva su cruz y viene en pos de Mí, no puede ser Mi discípulo.” Lucas 14:27
“Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser Mi discípulo.” Lucas 14:33
No es en vano que Él le aconseja al que quiere seguirlo que se siente primero para calcular si realmente está dispuesto a asumir el compromiso de obediencia hasta el fin, si logrará pagar el precio de esta decisión. Esto es lo que se llama fe consciente, fe racional o fe inteligente. Esta fe nos obliga a usar la razón para que hagamos la elección que realmente vamos a honrar, sin emoción o precipitación, una vez que conocemos lo que esta exige de nosotros.
El Altísimo no le impone Su disciplina a nadie, pero tampoco les ofrece Su Poder a todos. Él nos deja conscientes de cómo debemos actuar si queremos ese Poder dentro de nosotros. Es una propuesta que debemos analizar con la mente, no con el corazón – porque es un precio que pagar, no una gracia gratuita.