Obispo Julio Freitas explica cómo vencer las afrentas
La postura que presentamos en la vida es la indicadora de buena parte de lo que pensamos o creemos. Si damos un paso positivo es porque estamos optimistas, pero, si retrocedemos, la mayoría de las veces es porque no creemos que superaremos el reto.
Todo objeto es el reflejo de su creador. Y si el objeto presenta defectos o problemas de funcionamiento, ¿no será la imagen de su inventor puesta en juicio también? “Si es así, ¿por qué motivo Dios permite que yo sea afrentado cuando soy su criatura/ su hijo?”, podrá preguntarse usted…
Aunque una afrenta sea siempre una afrenta, la forma de enfrentarla cambia según la persona que la sufre. Si se trata de un incrédulo, puede tener dos actitudes: recurrir a Dios o blasfemar contra Él. Mientras tanto, el cristiano verdadero no podrá tener otra actitud que confiar que Dios lo ayudará a superar esa afrenta. ¿Y por qué sucede esto?
1º) Porque el cristiano sabe que Dios tiene conocimiento de su situación: “Tú sabes mi afrenta, mi confusión y mi oprobio; delante de ti están todos mis adversarios.” (Salmos 69.19)
2º) Porque cuando el cristiano es enfrentado sabe que también el nombre de Dios está siendo avergonzado, ya que todos cuantos saben de su afrenta también saben en quién ha depositado su fe: “¿Hasta cuándo, oh Dios, nos afrentará el angustiador? ¿Ha de blasfemar el enemigo perpetuamente tu nombre?.” (Salmos 74.10)
3º) Dios tendrá que responderle para justificar su fe en Él y porque Su nombre no podrá ser puesto en juicio por el enemigo: “Levántate, oh Dios, aboga tu causa; acuérdate de cómo el insensato te injuria cada día.” (Salmos 74.22)
Entonces, ¿por qué motivo suceden las afrentas? Para que nos volvamos a Dios; para que ejercitemos nuestra fe y la fortalezcamos; para que recordemos que no somos nada, que necesitamos humillarnos en Su Presencia, y que Él es Dios, quien opera el milagro mediante nuestra fe y, lo más importante, es que Su Nombre será glorificado frente a la derrota incuestionable del enemigo y del cambio en nuestras vidas, de la afrenta en honra.
Dios no nos hizo para que seamos criaturas defectuosas y mucho menos infelices, solitarias, toxico-dependientes, alcohólicas, miserables, mendigos, enfermos ni con una familia destruida. Eso significa que nuestra afrenta es, con seguridad, Su afrenta; pero aun así, transformarla en honra depende solamente de usted, de su actitud. Si su actitud revela confianza y, al mismo tiempo, ¡humildad delante
de Dios!
“El temor del Señor es enseñanza de sabiduría; Y a la honra precede la humildad.” (Proverbios 15.33)
Por lo tanto, lea la siguiente promesa: “En lugar de vuestra doble confusión y de vuestra deshonra, os alabarán en sus heredades; por lo cual en sus tierras poseerán doble honra, y tendrán perpetuo gozo.” (Isaías 61.7)