Dios tiene en su naturaleza la disposición de hacer el bien a Sus criaturas, principalmente al hombre, creado a Su imagen y semejanza. Él tiene placer de beneficiar a los seres humanos con Sus dádivas, en socorrerlo y caminar con él diariamente.
Aún siendo el Todopoderoso, Él es solícito en atender inmediatamente cuando lo llamamos por Su Nombre.
El Altísimo es generoso porque no atiende nuestros pedidos, sino que “hace infinitamente más de lo que pedimos o pensamos”.
Este atributo se manifiesta en todo lo que Dios creó, por eso no nos cansamos de decir que Dios siempre es bueno y todo lo que hace es bueno. ¡Eso vale para todo, incluso para lo que no entendemos!
Pero, mientras la bondad que el hombre posee es aprendida o dada como virtud que procede de lo Alto, la bondad del Altísimo no deriva de nada ni nadie, sino que forma parte de Sí mismo.
Por eso, no hay riesgo de dejar de ser bueno, a causa de alguna acción externa, como sucede con los seres humanos.
¡Dios nos ha concedido placeres en este mundo, simplemente porque Él es bueno! Creó animales para ser domesticados y servirnos, y otros, sólo para alegrarnos, como los gatos y los perros.
Podría haber dejado apenas un determinado tipo de comida para alimentar nuestro cuerpo, pero creó una variada fuente de alimento. Carne, pescado, huevos, verduras, legumbres, granos y frutas, coloridas y con dia¡gerentes sabores para agradar a nuestro paladar.
Dios podría haber creado sólo árboles que proveen frutos, pero también sembró por todo el mundo árboles que son bellos a los ojos, perfumados al olfato, para que podamos ver, sentir su olor y admirar.
Dios podría haber hecho al hombre sin capacidad afectiva, de modo que no pudiera relacionarse de forma tan agradable unos con otros. Pero, con Su bondad, le dio la alegría de tener una familia, de conquistar buenas amistades, para conversar y disfrutar, de amar y de sentir nostalgia, de abrazar y de besar.
Dios podría haber creado el mundo sólo con los sonidos necesarios para el funcionamiento de todo, pero creó la música para acariciar nuestros oídos. Él es tan bueno que, llegó a colocar pájaros que cantan para despertarnos por la mañana.
Todo esto ya sería suficiente para probar cuánto Dios es bueno, pero esa misericordia no termina con los deleites terrenos que Él nos ha proporcionado. El Señor fue capaz de ser tan generoso con pecadores perdidos, que dio a su Hijo unigénito para morir en nuestro lugar.
Reconozca la bondad de Dios en su vida y aprecie todo lo que Él le ha dado a lo largo de los años. No cometa el error de enfocarse solamente en lo que usted todavía no tiene y quisiera tener.
La mejor forma que veo de expresar mi eterna gratitud a mi Señor es dar mi vida completamente a Él, y aún así, jamás conseguiría retribuir su misericordia Divina para conmigo.