Adelia: “Llegué con un cáncer terminal en el útero. El médico me dijo que vaya a disfrutar el tiempo que me quedaba con mi familia. Pagué seis meses de alquiler por adelantado, porque no sabía cuánto iba a vivir, no me quería morir con deudas.
Estaba a punto de casarme con el padre de mi hija, pero no llegué a hacerlo por mi enfermedad. Habíamos comprado cosas para la casa, estaba todo listo, hasta que me dijo que le diera todo porque en mi ataúd no iba a caber.
Llamé a mi hermana, le dije que me estaba muriendo y me vine a Buenos Aires. Estaba tan mal que ella me tenía que dar de comer. Ya me había entregado a la muerte, había mucho odio en mí. No tenía fuerzas para seguir viviendo, todo se había terminado. Intenté suicidarme tres veces.
Llegué a la Universal y no entendía nada, de todas maneras, hice un voto con Dios. Saqué turno para que vieran mis estudios, me preguntó por qué tenía tantas cicatrices y yo le dije que estaba enferma. Se sorprendió porque en la ecografía, el cáncer había desaparecido”.
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