David: “La curiosidad me hizo meterme en el mundo de las drogas. Arranqué con el cigarrillo y el alcohol. Después de eso, necesité algo más fuerte y probé la marihuana. Estuve transitando por ese camino mucho tiempo, seis años enteros.
Uno se va metiendo de a poco, hasta que empezás a consumir diariamente. Llegó un punto en que la necesitaba absolutamente para todo, hasta para estudiar. Ya estaba dominado por la marihuana, antes de que se me acabara la tenía conseguir, no había excusas. Hubo momentos en los que consumí otras cosas, como LSD o ácidos, quería mezclarlos con la marihuana para ver qué efecto me provocaban.
A través de una chica conocí la cocaína. Ella inhalaba en cantidades abismales y yo la seguía. Para sustentar el vicio, robaba cosas de mi casa. Debido a eso perdí mi trabajo, la credibilidad de mis amigos y de mi familia.
Había cambiado demasiado, vivía eufórico y psicótico. Estuve aislado y cuando ya no aguantaba estar encerrado consumiendo, calmaba mi ansiedad dando vueltas. A veces iba a comprar al mercado y no me importaba sacar la bolsita de cocaína y consumirla delante de la gente, mi estado era deplorable.
Decidí acercarme a la Universal, vine un domingo y participé de la Cura de los Vicios. Comencé a participar con frecuencia, pero intenté dejar las drogas por mi cuenta y no pude. Tuve varias recaídas. En una de las últimas, me arrodillé delante del Altar y le hablé a Dios diciéndole que ya no quería cargar con esa adicción.
Al pasar el tiempo, me libré totalmente de los vicios. Mi salud fue restituida por completo, al igual que mi mente. Hoy tengo ganas de ayudar a otros”.