“Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.”, (Santiago 1:16-17).
¿Cuál sería la mejor inversión que un hombre podría realizar en su vida? ¿Una formación académica, un bien material, encontrar una persona para constituir una familia?
No quiere decir que estos aspectos no sean importantes o incluso esenciales, pero ¿alguno de ellos puede tomarse como primordial incluso para lograr que los demás se concreten? La respuesta es ¡No!
Fácilmente encontramos hombres frustrados por invertir todo su tiempo y su vida en alguien o algo y terminan decepcionándose por la pérdida o la insatisfacción.
En el versículo mencionado, el apóstol Santiago deja una orientación clara, afirmando que todo logro permanente proviene de Dios, del Altar y por medio de la fe. Siendo así, ¿qué otra inversión podría ser mejor que la fe, que poner la vida en el Altar?
Noé, Abraham, Daniel, José, David, la Biblia nos da ejemplos de hombres que vencieron, conquistaron e hicieron historia porque tomaron la actitud de poner sus vidas en las manos de Dios.
Todo, absolutamente todo lo que se logra por la fe no se pierde, no tiene variación y no decepciona.
Todo es posible cuando invertimos en la fe. Con la vida entregada a Dios, nos convertimos en hombres completos en todos los aspectos. Al fin y al cabo, el propio Jesús afirmó:
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer.”, (Juan 15:5).
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