“Mirad cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía. Es como el óleo precioso sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, que desciende hasta el borde de sus vestiduras.” Salmos 133:1-2
Siendo la Santísima Trinidad Un solo Dios, ¿cómo aceptar que Sus hijos sean divididos? ¿Rebeldes? ¿Insolentes? ¿Que vivan en pecado? ¡Imposible!
Si la Cabeza es Santa, ¿cómo puede el cuerpo ser podrido?
Tan cierto como que Dios existe, la anterior profecía no se refiere a la unión de los hermanos de las diferentes denominaciones cristianas en general, teniendo en cuenta que,
“No todo el que Me dice: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos.” Mateo 7:21
¡Las personas nacidas de la sangre, de la carne o de la voluntad del hombre jamás son hijas de Dios! (Juan 1:12-13)
El Salmo 133 se refiere a los hermanos nacidos del agua y del Espíritu Santo (Juan 3:5). Aquellos cuyas vidas pertenecen al Cabeza, el Señor Jesucristo, que tienen el Espíritu Santo (Romanos 8:9).
Siendo así, el rey David se refiere a la Futura Familia que sería generada a partir del Espíritu del Señor Jesucristo, después de Su resurrección y ascenso a los Cielos. Esta Familia es el Cuerpo del Señor Jesucristo: la Iglesia Espiritual.
Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos nacidos del Único Espíritu vivan en comunión.
David pudo contemplar, por la fe y en Espíritu, lo que su Simiente, Jesucristo, generaría.
¡La unidad de los hermanos ES CÓMO el aceite precioso de la unción!
Él compara a los verdaderos hijos de Dios con el óleo precioso (aceite sin mezcla, uniforme, consistente y perfectamente puro) de la unción. Un mínimo de impureza ya no serviría para la unción. La Santidad en este elemento pasaría por la Cabeza del Hijo y se deslizaría sobre el Cuerpo del Hijo que es la Iglesia. En otras palabras, la Unción del Cabeza (Jesús) es la unción de Su Cuerpo, la Santidad del Cabeza es la Santidad de Su Cuerpo. Los miembros del Cuerpo del Señor son tan unidos y consagrados como el Cabeza. Aquellos que dicen ser parte del Cuerpo de la Iglesia y viven en el pecado, son en realidad parte del cuerpo del anticristo. No tienen nada que ver con la Obra de Dios. Tarde o temprano, serán lanzados al horno encendido.
Moisés (representando al Dios Padre) derramó el Aceite Sagrado (representación del Dios Espíritu Santo) sobre la cabeza del sumo sacerdote Aarón (representación del Dios Hijo).
Toda la pureza del aceite de la unción que corrió de la Cabeza del Único Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, corrió por todo Su Cuerpo – el Cuerpo del Señor Jesucristo.
Esta es la verdadera Iglesia del Señor Jesucristo.