“desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y la casa de Dios; sí, os digo que le será cargada a esta generación.” Lucas 11.51
El Señor Dios vio la sangre de Abel y del profeta Zacarías que fueron asesinados ante sus ojos, y afirma, a los deudores de ese mal, que serán culpables por ese pecado. Sus ojos siguen viendo, en nuestros días, los que causan mal a sus siervos y que también serán juzgados por Él.