La Fundación Huésped asegura que los primeros casos de VIH en Argentina se conocieron en 1982. La mayoría de los infectados fueron tratados en el Hospital Juan Fernández de la Ciudad de Buenos Aires en donde solo había dos médicos infectólogos para atenderlos. Además, los insumos en ese momento, eran insuficientes y el costo del tratamiento superaba los mil dólares.
Durante casi dos décadas el VIH y SIDA estuvieron en el centro de la atención. Se los declaró epidemia y surgieron innumerables campañas en todo el mundo para intentar paliar los contagios. Si bien la situación ha mejorado desde esos años, el problema de la desinformación sigue vigente.
Según el último estudio del Ministerio de Salud de la Nación realizado en diciembre de 2017 hay 122 mil personas que viven con VIH. Sin embargo, el 30% de este grupo desconoce su diagnóstico.
Metas difíciles de alcanzar
Son 70 mil las personas que se encuentran en tratamiento. La meta mundial propuesta por OMS llamada “90-90-90” contempla que para el 2020, se aumente la cantidad a 90% los tratados por antirretrovirales, a 90% la cantidad de personas que conocen su diagnóstico y que el 90% esté bajo tratamientos tenga carga viral suprimida.
A pesar de los esfuerzos, es una meta difícil de alcanzar incluso con las distintas iniciativas de los organismos sean gubernamentales o no.
Lo cierto es que cada año que pasa más vidas se ponen en peligro y lamentablemente muchos no alcanzan a saber a tiempo que están infectados y la enfermedad se activa para ponerlos en una situación tan vulnerable que pueden perder la vida en cualquier momento.
En nuestro país se realizan 1700 testeos mensuales y el promedio de casos positivos es de un 5%. El médico Miguel Pedrola, coordinador de AHF (AIDS Healthcare Foundation) Argentina, enfatizó: “En el país mueren 1500 personas por año a causa del VIH, lo cual equivale a una persona cada cinco horas, y esto tiene que ver con que llegan tarde al diagnóstico”.
Un noticia inesperada
Nancy Andino llegó a la Universal viviendo muchos conflictos en su familia, también sufría por las adicciones de su marido. Con el tiempo todo fue mejorando a través de la fe, pero comenzó a tener síntomas que la llevaron a consultar a un médico. En esa visita se enteró de algo que cambió su vida completamente: “Me ocurrió una desgracia y yo empecé a sentirme mal. Fui a consulta médica en la que me dicen que tenía VIH. Lo primero que se cruzó por la cabeza fue cómo puede ser que ahora que estoy buscando a Dios me pasa esto.”, recuerda ella.
En el momento en el que salió del lugar no pudo evitar que las emociones la invadieran, no podía creer lo que le estaba pasando: “Cuando salí del consultorio pensaba en mil cosas. En mis hijos y en cómo le iba a decir a mi pareja porque él también podía estar infectado, sin saber si lo podría haber contagiado. Los médicos me habían recomendado que no le cuente porque era algo confidencial, pero yo le dije igual”.
¿Qué hacer?
Me di cuenta de que creía y creo en un Dios poderoso, creí que Él me va a curar. Cuando le conté a mi marido me dijo que íbamos a luchar juntos, que no me preocupara, me abrazó. Pero yo pensaba en vengarme. Quería matarme o matar a esa persona. Lo planeaba todos los días. Me costó mucho perdonar, pero supe que era la única manera de salir adelante. Le pedía a Dios por él, Yo sé que obró en mí. Gracias a Él ya no necesito las pastillas que me dijeron que iba a tener que tomar de por vida. En el Hospital Evita de Lanús me hicieron los estudios y me confirmaron que no ya no estaba infectada y que mis defensas estaban mejor que antes, fue un milagro”.