Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento señalan el Reino que el Señor Jesús vino a establecer entre la humanidad.
Y este Reino ya estaba predicho desde el libro de Génesis, en la Biblia, que trata del principio de la historia de los seres humanos.
Esta misión comenzó en la alianza entre Dios y Abraham. Después, Abraham engendró a Isaac y le transmitió esa fe. E Isaac le transmitió esa bendición a su hijo Jacob (o Israel). Él, a su vez, tuvo hijos, que engendraron a las doce tribus de Israel.
Entonces, vemos que Jacob profetizó, por medio del Espíritu Santo, algo que sucedería con la descendencia de su hijo Judá.
“No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a Él se congregarán los pueblos. Atando a la vid Su pollino, y a la cepa el hijo de su asna, lavó en el vino Su vestido, y en la sangre de uvas Su manto.” Génesis 49:10-11
Note que Jacob destacó algunos detalles. El cetro representa la figura del rey. Y en ese cetro “congregarán a los pueblos”, es decir, el Señor Jesús vino para ser el Pastor y rebañar a los pueblos. Después, vemos la figura del pollino atado a la vid. En la Biblia, el profeta Zacarías había anunciado que el Señor Jesús entraría a Jerusalén sobre un pollino (Zacarías 9:9). Y en el libro de Mateo, capítulo 21, vemos que esa profecía se cumplió. Y, por último, tenemos la figura de la sangre, que hace referencia a Su sacrificio en la cruz.
Siguiendo con la Biblia, el libro de Mateo comienza con el registro de toda la genealogía terrenal del Señor Jesús. Verificamos que de Judá vino el rey David y este generó un linaje de reyes. Hasta que vino el Mesías:
“y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.” Mateo 1:16
El profeta Jeremías también le había anunciado a Israel, por medio del Espíritu Santo, que el Señor Jesús vendría de la tribu de Judá (Jeremías 23:5).
Por lo tanto, el nacimiento del Señor Jesús en la tribu de Judá sucedió para que se cumpliera lo que estaba escrito en la Palabra de Dios.
A pesar de las evidencias bíblicas, muchas personas todavía dudan de que el Señor Jesús sea el propio Dios Hijo. Afirman que Él era solo un hombre común con buenas ideas, una figura histórica. Pero no es verdad. En el libro de Apocalipsis, vemos al Señor Jesús glorificado en el Reino de los Cielos (Apocalipsis 5:5-6).