Todo lo que se podía hacer había sido hecho, pero ningún resultado…
Doce años de hemorragia diaria parecían una eternidad.
Los médicos, los remedios e incluso la medicina alternativa habían consumido todos sus recursos, y… ¡nada!
Los familiares, los vecinos y los amigos no habían podido ayudarle.
Las palabras de esperanza y consuelo no habían servido.
Pero cuando alguien le habló de Jesús, sus fuerzas fueron recobradas, su fe renació, ella se puso en acción y fue en búsqueda del Desconocido Poderoso.
A pesar de la condición física extremadamente debilitada, sumada a las dificultades del viaje, nada le impidió vencer las barreras y llegar hasta Jesús. Ni siquiera la multitud a Su alrededor la hizo desistir.
Sus convicciones eran tan fuertes que, exponiendo o no su problema, nada podría impedirle recibir el milagro. Ella ya lo había determinado.
“Si tan solo toco Sus ropas, sanaré.”
¡Y sucedió!
Exactamente como ella lo había determinado.
El Espíritu de Dios está buscando a gente determinada, convencida, decidida, intrépida, osada, valiente y audaz para manifestar Sus Grandezas.
Gente que asuma la fe independientemente de las dificultades.
En cada milagro hay una guerra entre las convicciones personales y las circunstancias aparentes.
“Porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.” 2 Corintios 10:4
Quien cree en las Promesas Le reclama a Quien le prometió, lucha con las armas de la fe y conquista.
Quien no cree intenta, prueba, arriesga o cuenta con la suerte.