Alan: “Entré a los vicios por curiosidad. Probé el cigarrillo y en esa semana comencé con la marihuana, la pasta base, pero la cocaína fue lo que me perdió. A mi no me importaba nada, ni mi mujer, ni mis hijos, ni mi mamá, nadie. Llegué a robar los celulares de mi señora, de mi hijo y su consola de videojuegos.
Los familiares nos daban de comer. Una vez mi esposa me dio plata para los remedios de la nena y no me aparecí por cinco días.
Pensaba que podía controlar la adicción, pero no. Consumía más o menos cinco gramos de cocaína por día.
Como yo no le importaba a nadie y estaba lastimando a todos, até una soga y me colgué. Como me la puse mal, no me pasó nada.
Busqué a Dios en la Universal, como una última opción. Me sorprendí porque después de la reunión, ya no tenía ganas de consumir.
Hoy soy otra persona, soy padre y marido, ahora siento rechazo por las drogas”.
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