“Sin embargo, ahora El os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a fin de presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de El,” Colosenses 1.22
El sacrificio del Señor Jesús en la cruz del Calvario nos reconcilió con Dios y nos purificó, limpiándonos de todo pecado y haciéndonos irreprensibles, pues Dios nos ve a través de la sangre de Aquel que nunca pecó, y que hace la Voluntad del Padre.