El pecado, en la visión de muchos, es algo placentero, hermoso y fácil de tocar. Muy tentador, él agrada a la carne, de tal forma, que le da la sensación de bienestar, de satisfacción, sin embargo, pocos saben que en la boca es una miel, pero en el estómago se convierte en una hiel.
El pecado es como un banquete sabrosísimo, pero envenenado. Quien lo comete está fuera de sí, y no tiene idea de la paga que recibirá por él (la muerte).
“Porque la paga del pecado es muerte…” Romanos 6:23
Las Escrituras dicen que:
“El aguijón de la muerte es el pecado…” 1 Corintios 15:56
Aguijón significa vara con punta de hierro afilada para picar a los bueyes; aguijada, punta perforadora. Cuando una persona vive en la desobediencia a la Palabra de Dios, como en el adulterio, en la prostitución, en la mentira, etc., el espíritu de la muerte clava su aguijón (pecado) en el alma, causándole toda clase de angustia, sufrimiento y dolor. Sin contar el agujero (vacío), que la tortura día y noche sin descanso.
La frecuencia en la iglesia, el uniforme de obrero, la corbata de pastor, en fin, nada ni nadie es capaz de arrancar ese aguijón de su alma, solamente el Señor Jesús tiene esa autoridad.
“…para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene en la tierra autoridad para perdonar pecados…” Mateo 9:6
Jesús subió al madero y fue clavado por los aguijones de la muerte, llevando sobre Sí todos nuestros pecados. Su Sangre vertida en la cruz es capaz de lavar el alma y tornarla más blanca que la nieve. Sin embargo, esto solo es posible si la persona se arrepiente sinceramente, confiesa y abandona ese pecado. Caso contrario, permanecerá con el aguijón de la transgresión clavado en su ser hasta el final de su vida, de ahí en adelante, pasará la eternidad con los portadores de la muerte, desgraciadamente.
En caso de que esté viviendo esa situación, ¡solo existe una salida para usted! Ahora mismo, ahí donde está leyendo este mensaje, inclínese delante del Altísimo y ríndase. Solo Él puede salvarlo de la muerte espiritual. Él está esperando que usted se entregue de cuerpo, alma y espíritu. No importa lo que usted mal hasta aquí, importa lo que va a suceder ahora, ahí mismo donde usted está, láncese a los pies de Él, y encontrará alivio para su alma, pues Él garantizó:
“Venid a Mí, todos los que estáis cansados y cargados, y Yo os haré descansar.” Mateo 11:28