Patricio: “Desde muy chico comencé con el vicio del alcohol, todo empezó porque tenía problemas con mi familia. Recuerdo que en séptimo grado, ya mezclaba alcohol puro con agua; en ese tiempo conocí la marihuana y me enpastillaba. Tenía amistades más grandes que yo, me llevaron a involucrarme en la delincuencia.Estaba en un momento complicado de mi vida y perdí el rumbo, no me importaba nada, era matar o morir. En un robo tuvimos un enfrentamiento con la policía y recibí un disparo que entró por la espalda, me pegó en el riñón y la bala quedó en la arteria del corazón. Por ese accidente estuve en comadurante 24 días.
Gracias a la invitación de un amigo es que llego a la Universal, él me dijo `conozco una Iglesia que te va a hacer bien, yo pasé por lo mismo y Dios me transformó y me dio fuerzas para dejar los vicios´. Me acerqué a buscar ayuda, llegué un domingo y durante la reunión lloré mucho, pero al terminar me fui diferente. Había veces que para venir, tenía que caminar 35 cuadras porque no tenía plata; como tenía problemas judiciales, se me hacia difícil encontrar trabajo. Estaba en una situación muy complicada, mi esposa me preguntó cómo íbamos a salir, le dije que hiciera un folleto y salí a pegarlos y entregarlos por varios lados, pero nadie me conocía. Hasta que hicimos un voto con Dios y a partir de ese momento las cosas empezaron a cambiar; me llamó un cliente, empecé vendiendo tres uniformes; luego llamó otro y vendí 200; y así fui vendiendo cada vez más.
Las puertas comenzaron a abrirse de una manera extraordinaria. Fui avanzando y teniendo más clientes, nos casamos, tengo mi propio negocio, soy fabricante de ropa de trabajo y botines de seguridad. Hoy tengo alegría, no le debo nada a la justicia ni a nadie. Nunca más volví a las drogas ni a la delincuencia”.
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