Una de las mayores enseñanzas que tenemos en la Palabra de Dios es acerca de la humildad. Es imposible que Dios se revele al orgulloso, al presumido o al arrogante. Él solo se revela a los humildes. Por eso eligió a Abraham, porque era humilde.
Jesús dijo en Su primera enseñanza en el Monte de las bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” (Mateo 5:3).
Si la persona es humilde de espíritu, está siempre dispuesta a aprender.
Para alcanzar el Reino de los Cielos, es necesaria humildad, pero mucha humildad, para aprender lo que la Palabra de Dios enseña.
Cuando Dios se le reveló a Abraham, conocía su humildad, sabía que iba a obedecer. En Génesis 12:1 dice: “Pero el Señor había dicho a Abram: vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”.
Si usted es esa criatura que quiere recibir el Espíritu Santo, ya hizo oración, Cadena, subió al Altar varias veces y el Espíritu Santo no vino. Si tal vez dice: “Ya hice el Ayuno de Daniel varias veces, ¿qué falta?”. La respuesta es que Dios ni viene, ni les habla, ni se revela a las personas orgullosas. Es necesario que tenga oídos para oír. Debe ser humilde, de lo contrario Él no hablará con usted y no se revelará. Cuando Él habla, el humilde recibe fe para actuar y conquistar lo que quiere, sea material o principalmente espiritual.
El humilde se expresa cuando se entrega totalmente a Dios, cuando deja claro que está listo para obedecer la voz de Dios, recibe la fe y entonces su vida se transforma. Eso fue lo que le sucedió a Abraham. Él fue el hombre que comenzó el cambio y la transformación en todas las naciones, porque fue humilde, oyó y obedeció. Oyó y entonces recibió la fe, la que transforma y cambia todo lo que sucede en la vida de las personas.
Aprenda más sobre la vida espiritual, este domingo a las 7 y principalmente a las 9:30 h en Av. Corrientes 4070 – Almagro o en la Universal más cercana a usted.
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