Gonzalo: “Empecé a fumar cigarrillos y a tomar alcohol a los 14 años. Jugaba al fútbol y estaba de novio. Al pelearme con mi chica, comencé a involucrarme mucho más en la noche.
Al principio, salía a bailar y fumaba marihuana. Pero después seguí con la cocaína y pensé que la iba a dominar. Consumía dos o tres veces por semana, pero llegó un punto en el que no podía estar sin consumir, tenía que hacerlo todos los días. No me bastaba, así que tomaba pastillas, jalaba pegamento y fumaba paco.
En un momento, ya no me importaba nada, lo único que quería era fumar todos los días. Si no tenía, salía a robar para poder consumir y se hizo costumbre.
De noche veía sombras y no podía dormir. Entonces fui a ver a una señora que me hizo un collar de protección, supuestamente, me iba a librar de todos los problemas. Pero yo estaba cada vez peor, quería dejar las adicciones y no podía.
Estuve detenido, mi familia me dio la espalda. La única que siempre estuvo conmigo, apoyándome, fue mi mamá.
En un momento, me fui tres meses de mi casa: era un infierno porque tuve conflictos con los chicos que andaban robando, con la policía y quisieron matarme varias veces. Pensé que yéndome iba a cambiar mi situación, pero seguía consumiendo.
Después de ese tiempo volví. Los transas me buscaban, mi vida estaba en riesgo. Una vez me pusieron el arma en la cabeza, dispararon, pero la bala no salió.
Seguí así hasta que conocí la Cura de los Vicios y eso me ayudó. No fue fácil, sin embargo, gracias a Dios estoy liberado de todo”.
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