“Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.” Isaías 6:8
El siervo de Dios es el propio sacrificio, como el Hijo de Dios. Como fue Abraham para Dios, así son los que atienden al llamado y obedecen a la llamada: ¿quién irá por nosotros?
Si el rescate de una única alma del infierno ya sería suficiente para que Dios enviara a Su Único Hijo al mundo, imagínese el rescate de millones a lo largo de la historia de la humanidad. El Plan de la salvación de almas obligó al Todopoderoso a renunciar a Su Único Hijo para sacrificarlo hasta la sangre.
Esta determinación Divina indica el modelo de siervo que el Señor espera de los que quieren salvar almas del infierno. Si Él sacrificó hasta la sangre para salvarme, me imagino que lo mismo tengo que sacrificar, si realmente quiero librar del infierno la vida de los demás.
“Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.” Salmo 126:6
La búsqueda de facilidades de un siervo para servir al Señor se transformará en una enorme dificultad para el desempeño de su trabajo. Por otro lado, sus dificultades en el desempeño de su servicio se transformarán en facilidades en la continuidad de su trabajo. Paradójicamente, es justamente eso lo que hemos visto en nuestro ministerio.
No hay como ir al Padre por el Hijo conducido por el Espíritu Santo sin el sacrificio de la renuncia de la vida en este mundo por entero. ¿Cómo el siervo del Altísimo se dispone a decir “heme aquí”, sin renunciar a los sueños y proyectos personales de la propia vida? ¿Cómo alguien se propone servirle y, al mismo tiempo, piensa en sacar provecho de ello?
La Obra de Dios no fue, no es y jamás será el ejercicio de una profesión o un medio de vida para sí y para su familia. A causa de la ausencia de esa consciencia, muchos llamados han sido descartados a lo largo de su viaje.
El verdadero siervo es consumido por el servicio del SEÑOR por toda su vida.
“El Espíritu del Señor Dios está sobre Mí, porque Me ha ungido el Señor para traer buenas nuevas a los afligidos; Me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los cautivos y liberación a los prisioneros; para proclamar el año favorable del Señor, y el día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran…” Isaías 61.1-2
Como Juan el Bautista que vivió un tiempo corto en el desierto y de allí salió a la muerte;
Como el Señor Jesús que también vivió un corto tiempo hasta ser muerto en el Calvario; Como todos los verdaderos profetas y apóstoles del pasado, así también es con los demás siervos del presente.
Como siervos ellos no tenían tiempo para disfrutar la vida como el rey Salomón.
Lamentablemente, la mayoría de los que se presentan con el “heme aquí” tiene la intención de aprovecharse del oficio de profeta para vivir como rey, y no con la dedicación total en la misión del Altísimo. Debido a eso, muchos han desistido, han sido desheredados e incluso se han suicidado.
La Obra del Altísimo no es una buena idea que se abrace, mucho menos una aventura. “Heme aquí” implica la renuncia de vivir para sí en este mundo. Es todo de sí por el TODO DE DIOS: sacrificio total.