“Cuando el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus vestidos y se cubrió de cilicio, y entró en la casa del Señor, (…) Y tomó Ezequías las cartas de mano de los embajadores… subió a la casa del Señor, y las extendió Ezequías delante del Señor.
Y oró Ezequías delante del Señor diciendo: ‘Señor Dios de Israel, que moras entre los querubines, sólo Tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina, oh Señor, Tu oído, y oye; abre, oh Señor, Tus ojos, y mira; y oye las palabras de Senaquerib, que ha enviado a blasfemar al Dios viviente. Es verdad, oh Señor, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus tierras; y que echaron al fuego a sus dioses, por cuanto ellos no eran dioses, sino obra de manos de hombres, madera o piedra… Ahora, pues, oh Señor Dios nuestro, sálvanos, te ruego, de su mano, para que sepan todos los reinos de la tierra que sólo Tú, Señor, eres Dios” (2º Reyes 19: 1, 14-19).
Dios envió un ángel que exterminó a los 185 mil soldados. Quizás usted buscó ayuda y hoy el mundo le dice que no crea. Pero, si se acerca a Su Altar le responderá, solo Él puede resolver sus problemas.
Afrenta: Injuria pública, humillación que resulta de un insulto hecho públicamente.
• Un divorcio es una afrenta al Autor del Matrimonio.
• Una enfermedad es una afrenta al Señor que nos sana.
• La miseria de un hijo de Dios es una afrenta al Dueño del oro y de la plata.
• El vicio es una afrenta al Espíritu Santo que nos da dominio propio.
• Cuando un siervo deja de servir, la afrenta es al Señor al que despreció.
Todos tienen una afrenta en su vida. Ezequías rasgó sus vestiduras y se vistió de cilicio para eliminar la suya, Él entendió que debía humillarse ante Dios.
Jesús dijo: “… y el que se humilla será enaltecido.” (Mateo 23:12)
Seguiremos el ejemplo de Ezequías. Vamos a humillarnos ante el Único que puede exaltarnos.