“¿Acaso le da las gracias al siervo porque hizo lo que se le ordenó? Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha ordenado, decid: “SIERVOS INÚTILES somos; hemos hecho solo lo que debíamos haber hecho.” Lucas 17:9-10
Aquí vemos que existen los siervos inútiles que obedecen a las órdenes de su señor solo debido a la obligación, el deber o el miedo de ser penalizado.
Pero, ¿es ese tipo de servidumbre el que Dios requiere de nosotros?
Nunca voy a olvidarme del día en el que leí este texto bíblico por primera vez:
“Servid al SEÑOR con ALEGRÍA…” Salmos 100:2
Desde entonces, he buscado servir a mi Señor con alegría, incluso ante las luchas, desiertos y situaciones. ¿Es fácil? ¡Nunca lo fue y nunca lo será! Pero, es posible y, sobre todo, requerido por el Señor Dios.
SERVIR ES OBEDECER Y OBEDECER ES SERVIR.
Obedecer con alegría es lo que hace toda la diferencia. ¿Quién de nosotros no se alegra al ver que nuestros hijos nos obedecen con “alegría”? Así nos muestran que tienen fe en lo que decimos.
Esta misma alegría es encontrada en nuestro Señor, cuando Le obedecemos o servimos con alegría. Vamos a ver el beneficio que este tipo de servicio u obediencia nos trae:
“Deléitate en el SEÑOR y Él te concederá los anhelos de tu corazón.” Salmos 37:4
Deleitar significa provocar deleite, satisfacción, placer o alegría. Siendo así, podríamos escribir este versículo de esta manera:
“Tenga placer de obedecer o servir al SEÑOR …”
“Esté satisfecho en obedecer o servir en el SEÑOR …”
“Tenga alegría de obedecer o servir en el SEÑOR …”
La segunda parte de este versículo nos revela el carácter extraordinario de nuestro SEÑOR: Obedecer y servir al SEÑOR con placer, satisfacción y alegría, hace que Él conceda los deseos de nuestro corazón.
¿Cuál es el mayor deseo del corazón de un “genuino” siervo de Dios? ¿Auto, casa, dinero, posición, reconocimiento? ¡No! Él puede incluso tener acceso a todo lo que la vida ofrece, pero nada será para sí, sino para servir a Dios.
En realidad, todo lo que él realmente quiere es “salvar almas”. Por lo tanto, está garantizado que Dios le concederá ese deseo. Tanto el siervo como su Señor quedarán satisfechos.
Es bueno decir que el siervo no tiene título (obrero, pastor, obispo o cualquier otro). Siervo es aquel que obedece, y así, usted que está leyendo este mensaje, puede decidir convertirse en un siervo de Dios a partir de ahora. Basta con comenzar a obedecer a Él.