Reunión especial en Colombia con la visita misionera del Obispo Francisco, en donde muchas personas tuvieron un encuentro con Dios y fueron llenas del Espíritu Santo, en la oportunidad el Obispo predicó que El Señor Jesús no vino para condenar, sino para salvar.
Él es el Único que puede condenar a un pecador, porque es el Único que no tiene pecado.
La persona pudo haber sido la peor de todas, pero si reconoce sus errores, se los confiesa a Dios y se arrepiente, la sangre de Jesús borra todos sus pecados, y no hay iglesia, ni pastor, ni nadie que la pueda condenar. ¡Esa es la fuerza de Jesús!
La sangre de Jesús la lava y la transforma en una nueva criatura.
Así sucedió con la mujer adúltera que la Biblia menciona en Juan 8:3.
El Señor vio cómo los escribas y fariseos (religiosos que siempre andan criticando y condenando a las personas) Le trajeron a una mujer adultera, para que fuera condenada.
El religioso siempre piensa que es mejor que todos.
La persona debe tener cuidado para no ser religiosa, fanática, porque el religioso se siente correcto y juzga a todos. Fueron ellos los que trajeron a esa mujer ante Jesús, y comenzaron a tentarlo, a probar al Señor Jesús para que la condenara.
Entonces Jesús dijo que el que estuviera libre de pecados tirara la primera piedra, la conciencia de esos hombres empezó a acusarlos y, cuando Él Se enderezó, no quedaba nadie.
Entonces Jesús le dijo a la mujer: “… ni Yo te condeno, vete y no peques más.”
A partir de aquel momento ella tuvo la oportunidad de empezar una nueva vida.
No importa lo que uno haya hecho, si confiesa y se arrepiente sin echarle la culpa a nadie, y dice: “Ya no quiero vivir una vida de fachada, ¡quiero una nueva vida!”, inmediatamente Jesús perdona todo sus pecados y pasa a ser una nueva criatura.
Y lo mas fuerte de todo: el consejo de Jesús para aquella mujer fue “vete y no peques más”. En otras palabras: “Se acabó mujer, si tú a partir de hoy no vuelves más al adulterio, estás libre de todo mal.”
Sucede lo mismo hoy: si la persona obtiene el perdón de Dios, y va y no peca más, será una nueva criatura.
Y no hay pastor, ni iglesia, ni religión que la pueda condenar, ¡porque la sangre de Jesús borra todos sus pecados!
Piense en esto
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Dios les bendiga.