¿Qué favoreció el derramamiento del Espíritu Santo el día de Pentecostés?
Todos estaban bajo el mismo techo y sentados, como si estuviesen esperando ser “servidos”.
Sin ansiedad, todos aguardaban.
Paciencia, educación, caballerosidad, caracterizaban a aquel ambiente de fe.
Aunque hubieran tenido acceso a la tecnología actual (teléfono móvil), nadie habría osado haberlo llevado a aquel Lugar de Fe.
Todos en el mismo lugar. Todos disfrutando los mismos pensamientos. Todos unidos.
¿Se acuerda de la visión de David?
“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” Salmos 133:1
Todos en el mismo lugar significa comunión, unidad de pensamientos.
Nadie pensaba en sí mismo o en los propios intereses.
A fin de cuentas, ellos solo estaban allí por una razón: aguardar la Promesa del Señor Jesús.
La “tierra” estaba lista para recibir la Semilla Divina.
Piedras, arbustos, hormigas y todo lo demás que impedía el desarrollo de la Semilla en aquella tierra ya había sido eliminado.
Sinceridad, arrepentimiento, humildad, además de la fe, neutralizaban cualquier embestida maligna.
Todo cooperaba para el derramamiento del Espíritu de Jesús.
De repente, vino del cielo Un sonido; Sonido como de un viento impetuoso.
Llenó toda la casa en la que estaban sentados.
Con certeza, nadie esperaba hablar en otras lenguas.
Ni imaginaba eso. Pero fue lo que sucedió.
Inesperadamente, sucedió como señal del cumplimiento de la Promesa.
Eso ocurrió porque todos estaban en el mismo lugar, en el mismo espíritu y en la misma fe; entonces, todos fueron llenos del Espíritu Santo; y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que hablasen. Hechos 2:4